Cuando inicié la serie de artículos de la mediocracia no imaginé que pudieran generar polémica. Pero el otro día, precisamente hablando del contenido de estos artículos, una persona de la que no me esperaba esa reacción me confrontó conmigo mismo y me preguntó ¿y que alternativa propones al modelo mediócrata?. Y de esto hablaré.. de que tal vez no hay alternativa o esta más bien es el fruto de un compromiso entre dos modelos que conviven más que por la superioridad de otro modelo de partido al mediócrata.
Recordando a los primeros artículos, describo el modelo de partido mediócrata como el imperante y carazterizado por organizaciones que priorizan de sus cuadros intermedios la capacidad de mantener tranquilas y contentas a las bases, generar estabilidad y saber moverse y medrar en lugar del talento o la habilidad que luego sea necesaria para ejercer los cargos públicos los cuales terminan ocupando.
Enfrente podríamos presentar un modelo de partido meritocrático, basado en la selección de los individuos como los mejor preparados para cada cargo y puestos en una lista. Ese partido hace una selección interna entre sus militantes que estén dispuestos a participar activamente en la vida institucional y los escoge para ejercer aquellos puestos de responsabilidad que ganan a través de las elecciones en base a sus méritos, capacidades, etc…
Obviamente esta es una primera aproximación al problema. No existe el partido político 100% mediócrata, ni creo (y ahora demostraré) que un partido 100% meritocrático sirva para describir ningún partido real. Pero sí que nos permite ver que parte del pastel se llevan la pulsión mediocrática y la pulsión meritocrática a la hora de establecerse como un sistema más estable (y competitivo).
Imaginémonos un partido basado en el talento… pero manteniendo la estructura de poder en base a una democracia formal interna. Cuando seleccionamos dirigentes intermedios en el ámbito institucional a personas con talento para poder ejercer de regidores, alcaldes, diputados, jefes de gabinete, gerentes, etc.. por encima de otras habilidades estaremos priorizando las capacidades de gestión política y de capacidad propositiva programática por encima de otras habilidades como la capacidad de saber medrar, de moverse en las estructuras de poder y mantenerse, la de entender la lógica interna de las organizaciones políticas, las de saber repartir sonrisas y premios.
Este tipo de estructura intermedia meritocrática está expuesta a que desde la base, los mediócratas la asalten sin demasiados problemas (podrán tardar más o menos tiempo, pero terminarán por vencer a los meritócratas debido a que juegan una partida para la que están mejor dotados y preparados en general que sus rivales). La alta dirección podría desincentivar este juego intentando incidir en la democracia interna del partido (ellos también pueden administrar premios y castigos, jugar sus bazas en las agrupaciones locales, etc…), pero eso a largo plazo conlleva un gasto de energía que tampoco pueden dedicar y además es contraproducente. Una estructura intermedia meritocrática puede aspirar a asaltar la alta dirección con mayor provabilidad que la estructura mediocrática. De hecho, algunas altas direcciones de partidos son meritócratas que han logrado copar el poder y se han dado cuenta de los riesgos que corren. Al final, por la presión interna y los intereses de la alta dirección, y sobretodo por la cultura política que se fomenta, la meritocracia queda en un segundo plano y reina la mediocracia.
Además una meritocrática es inestable si no consigue crear una mediocracia que la ayude a mantenerse estable en el poder. Cuando una dirección tiene una estructura intermedia puramente meritocrática tendrá un montón de tipos con grandes habilidades de gestión política y de elaborar proyectos y llevarlos a cabo que pueden llegar a aspirar al máximo poder dentro del partido o en poner en jaque al cabeza de lista de una forma más seria que la mediocracia. Posiblemente una estructura meritocrática sea mucho menos estable que una mediocrática y eso hace que sea volátil hasta que se establezca la mediocracia. Tal vez un ejemplo sean las convulsiones políticas de los partidos izquierdistas en los primeros años de la democracia, con confrontaciones de propuestas ideológicas y de proyectos diferentes dentro de los mismos partidos, antes del nacimiento de una clase mediócrata que genera esa deseada estabilidad.
Esto no quiere decir que la meritocracia queda fuera de la partida política.. pero sí que deja de ser central en las estructuras de poder de los partidos y en los cargos institucionales de estos. A veces, incluso, los primeros espadas de las listas electorales han de fichar “talentos” de fuera (a pesar de que en su mismo podría encontrar un puñado tan bueno como el talento fichado), debido a que la mediocracia es demasiado eficaz en ponerse en los puestos de poder o de visibilidad.
Todo esto no dejan de ser descripciones aproximativas y hay una fuerza que compensa y es la necesidad que tienen los partidos de ganar elecciones que les lleva a que al final si alguien es nefastamente incompetente no termine tocando áreas críticas… y todo dependerá del nivel de tolerancia de los ciudadanos a la incompetencia, a los fallos y a las pequeñas corruptelas.. y al gasto de tiempo y energías que quieran destinar a combatirlos. Una sociedad desactivada que responda con pasividad (incluída la abstención sin ninguna acción detrás) facilitará la mediocracia en mayor medida que una sociedad politizada, activa y que es capaz de montar acciones y protestas y quejas ante esa incompetencia. La tensión entre mediocracia y meritocracia biene calibrada no por la propia dinámica interna (que por sí sóla, favorece algo más a los mediócratas que a los meritócratas) sinó por el nivel de exigencia y compromiso de la sociedad en la política. Cuando los candidatos tienen que dar más la cara, asumir mayor tensión ciudadana ante los errores, los mediócratas incompetentes serán erradicados, sólo quedarán los mediócratas competentes y los huecos irán llenándose con meritócratas (al principio fichados del exterior). Pero lamentablemente, en nuestra sociedad actual el nivel de compromiso es muy bajo y un cierto nivel de exigencia de la política asociado a una cierta impliación en lo público sólo se produce en una minoria de la sociedad. Por tanto, mientras el compromiso y exigencia a la política de los ciudadanos continúe bajo, la mediocracia tiene el campo libre para imperar.
Un aspecte que també s’ha de tenir en compte és que a vegades una persona és la més adient en un moment determinat per obtenir un bon resultat electoral però no és en canvi per desenvolupar el càrrec pel qual s’escull. La formació política l’escull per aconseguir un bon resultat però després té dificultats per desenvolupar el seu càrrec amb plenes capacitats. vegades també passa al revés estàs convencut que una persona exerciria un càrrec de forma meravellosa però que si el poses a fer campanya electoral pots acabar aconseguint que no es voti ni ell mateix. Lògicament hi ha tots els candidats que s’escullen per evitar escullir a altres …
La democracia consiste en poner bajo control el poder político. Es esta su característica esencial. En una democracia no debería existir ningún poder no controlado. Ahora bien, sucede que la televisión se ha convertido en un poder político colosal, se podía decir que potencialmente, el más importante de todos, como si fuera Dios mismo quien habla. Y así será si continuamos consintiendo el abuso. Se ha convertido en un poder demasiado grande para la democracia. Ninguna democracia sobrevivirá si no pone fin al abuso de ese poder… Creo que un nuevo Hitler tendría, con la televisión, un poder infinito. Karl Popper 1996