Muntanyisme

El miedo no es una debilidad sinó una emoción que puede ser nuestra aliada

En un episodio de Asterix, los vikingos visitan la Galia buscando el miedo ya que ellos no lo conocían. La verdad es que podrían haber invadido mi calle en lugar del poblado galo con el personal más aguerrido de toda la edad de hierro (por cierto la etapa vikinga es algo posterior, pero ya se sabe… licencia poética), porqué en esto del miedo puedo dar, no lecciones sinó un doctorado.
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Todo el mundo tiene un límite por donde comienza a tener miedo, este es individual. Para algunos esta pala de 45-50º es un paseo, para otros el bajarla, nos supone un nudo en el estómago.

Practico actividades de riesgo, una de ellas, la más evidente es el montañismo. Pero por mucho que mi evolución como alpinista en especial en este último año y poco ha sido, para mis estándares, bastante interesante, no he dejado de ser el mismo que la inició. El mismo que se bloqueaba acobardado en la más leve arista, el que se daba la vuelta en una clara, buena, segura y con poca pendiente pala de nieve porqué simplemente “no lo veía claro”. El mismo que se acobardaba al ver alguien asomarse por un precipicio. Y exáctamente con los mismos miedos.

Quien quiera engañar que lo haga, pero el miedo no es controlable. Si tienes miedo, lo sentirás, está asociado a tus genes y a tu aprendizaje emocional, puedes corregir muchas cosas, pero la emoción del miedo no la vas a evitar. Si alguien tiene miedo a los perros se puede acostumbrar y superar la reacción pero no evitará sentir un leve resquemor al ver un perro suelto. Lo mismo con cualquier miedo atávico.

En nuestra sociedad despreciamos el miedo. La tradición heroico-romántica ha tendido a esconderlo, a pesar que todas las acciones que relatan las gesta herocias (gritar al enemigo, realizar los rituales previos al combate, los insultos, las provocaciones, etc… estaban destinadas precisamente a evitar pensar en el miedo), y nuestra sociedad parece que premie a los valientes. Es verdad que hay refranes que recogen una tradición sobre los prudentes: “El cementerio está lleno de cobardes” o “los que huyen pueden combatir al día siguiente”, pero en general seguimos adorando al héroe y despreciando al cobarde.

Esta tradición se ha imbrincado tanto en el mundo occidental que en el siglo XIX se valoraban como heroicas verdaderas estupideces, como la carga de la caballería ligera británica en Crimea, y este valor, el de la heroicidad por la heroicidad aparece en toda la tradición occidental. Tanto que hay estudios sobre como la evolución ha podido favorecer comportamientos de heroicidad altruista, basados en la propagación de genes entre parientes próximos o miembros de la misma especie. Hay toneladas de material escrito sobre gestas heroicas, tanto cotidianas como extraordinarias, y aunque no se esconde el miedo, ya que este siempre aparece, es como un obstáculo o una debilidad a superar por el actor heroico.

En cambio el miedo tiene una razón de ser evolutiva bien clara. Los animales sentimos miedo de cualquier cosa que nos pueda causar daños y en la que necesitamos una reacción rápida. Para entendernos, si de golpe algo bastante grande nos aparece por un flanco de nuestra visión, sufriremos un tremendo pánico que nos hará incrementar el ritmo cardiáco, bombear sangre a los músculos, dilatar nuestras pupilas y prepararnos para salir huyendo o pelear, es más, lo que haremos seguramente y sin pensar es o dar un salto para apartarnos de la amenaza o avalanzarnos sobre ella. Todo eso sin pensar. El miedo provoca toda una cascada de reacciones emocionales inconscientes que según nuestro aprendizaje emocional será una u otra y nos llevará a un comportamiento “instintivo” en el cuál la razón actuará si seguimos vivos al final del proceso, bastante abotargada por el exceso de hormonas de estress que habremos liberado. Grácias a que el miedo nos provoca toda esta cascada de reacciones evitamos que nos arrolle un autobús que no hemos visto, o nuestros antecesores (que tuvieron el éxito de sobrevivir y reproducirse, por eso estamos aquí) se libraban en el último momento de ser depredados.

Otras veces el miedo es más lento, indefinido y no provoca una reacción emocional tan rápida y evidente. Estamos tranquilamente caminando y de golpe vemos un precipicio, algo se nos revuelve por el estómago y nos hace sentir que lo mejor es no asomarse… Otras veces tenemos miedo al pensar en una situación que nos expone a cierto peligro o situación de estress. El cuerpo llama a la retirada, a evitar el peligro, a salirse de enmedio. Esta emoción, fruto de la evolución está afinada para hacernos reaccionar y evitar acciones que nos puedan exponer a peligros innecesarios (o aparentemente innecesarios). Por tanto hemos de estar agradecidos, como seres humanos, animales o seres vivos el que tengamos esta emoción, sin ella, seguramente en algún momento de la infancia nos habríamos tirado por una escalera, o nos habríamos lanzado alegremente contra un vehículo, o nos habríamos lanzado a provocar a un animal, y seguramente no estaríamos aquí.

El miedo no es un enemigo, ni una debilidad, está ahí porqué la evolución ha favorecido el miedo como emoción. Aunque también ha favorecido que este no nos domine hasta el punto de limitarnos al máximo. Si cuando somos adultos poco podemos hacer para no sentir miedo en las situaciones en las que lo sentimos, es evidente que sí podemos hacer algún aprendizaje emocional que corrija nuestras reacciones. Y aquí radica el tema, el aprendizaje emocional, el mismo que nos permite sobrevivir en situaciones de peligro, es el mismo mecanismo que nos permite hacer del miedo un aliado y no un enemigo.

Cada uno tiene sus fronteras del miedo y sentirlo es inevitable

Cada persona es un caso en esto del miedo. No entraré a hablar más profundamente del funcionamiento profundo del miedo ya que esto forma parte más del ámbito de los psicólogos, pero sí de cómo este emerge en personas adultas. El miedo es algo, que ya he dicho antes, me ha apasionado porqué lo sufro con cierta frecuencia, en especial porqué me expongo a él porqué coincide que la actividad que apasiono es una de las que más miedo me provoca. Por tanto siempre me he fijado en el miedo que han sentido los demás, el que he sentido yo, y las conversaciones al respecto que he tenido. Me atrevo, por ello, a elaborar algunos patrones generales sobre él.

Lo primero de todo es que aunque hay cosas que en general nos darían miedo a todos, por ejemplo un tiranosaurio rex correteando por la calle, el límite de lo que provoca el miedo es diferente en todas las personas. Hay quien si ve un perro de 5 kilos caminando suelto por la calle siente miedo, y otros han de esperar a que el bicho sea más grande o tenga una actitud claramente agresiva. Mi límite con los animales es bastante alto, me atrevo en general a acercarme, con prudencia, a animales de cierto tamaño, he aprendido a entender el comportamiento de animales potencialmente peligrosos (ganado vacuno, caballos, burros, perros, etc…) y entender como es la mejor forma de aproximarme. Por ello, en general, no me causan miedo ninguno de estos animales. En cambio conozco gente que las vacas le atemorizan y otros que no se sienten cómodos con perros. Pero es evidente que alguna vez he sentido miedo, de pequeño un pastor escocés se avalanzó sobre mí para quitarme el bocadillo y lo pasé fatal (en cambio, a pesar de esta experiencia infantil, con los perros, incluso con los más grandes y potencialmente agresivos estoy cómodo). Es decir que nadie es inmune al miedo pero tiene sus niveles donde este comienza a sentirse.

En cambio con la altitud, las pendientes, etc… con los que los alpinistas llaman “patio” o “ambiente”, mi detonante del miedo aparece bastante pronto. Siempre me he tildado como el montañero o el alpinista más cobarde del mundo. Hay quien no lo entiende, porqué tiene un nivel de tolerancia más alto, y se queda perplejo de que alguien pasándolo mal por dentro o por fuera logre atravesar una arista algo técnica. Pero es evidente que incluso ante el tema de la exposición y el “patio” todos tienen un límite, incluso los más valientes sienten la exposición y la reacción natural del miedo. Algunos necesitan pasos técnicamente complejos, paredes de más de mil metros y otros en cambio nos basta que haya cierta pendiente y bastante caída. Algunos con una cuerda por encima se sienten tranquilos y seguros, yo ni aunque me ataran como a un chorizo dejaría de sentir miedo.

Podemos realizar un aprendizaje emocional para adaptarnos a lo que racionalmente queremos hacer

Los valientes de verdad no dejan de sentir miedo, lo que no se dejan es dominar por el pánico. Esa sentencia que queda muy bonita en los libros de aventuras, es algo cierto y que sólo se entiende si realmente te expones a lo que te provoca miedo y logras superar la reacción inicial y conseguir que esta sea más favorable a tus intereses.

Vayamos a mi aprendizaje emocional sobre el miedo por excelencia, el miedo a las alturas.

Año 2002, Andorra, realizando mi tercera ascensión de alta montaña, justo después de una exitosa (aunque arrastrada, precisamente por miedo) ascensión al Pic de Pessons, sigo alegremente al grupo que ataca el Ensangents. 2 dosmiles ochocientos en una misma jornada era un premio muy preciado, y allí iba yo alegremente, poco a poco la cosa se pone algo fea, la loma por la que avanzamos se va estrechando y a la derecha asoman unos precipicos bastante jodidos. Ya los había visto desde abajo en el circo de Pessons pero al subir al collado la cosa parecía que tenía otra pinta, en seguida empiezo a mirar hacia la derecha con miedo y a fijarme que también hacia la izquierda, aunque no hay patio comienza a tener cierta inclinación. Llegamos a un tramo en el que hay que comenzar a subir por rocas, todo bastante sencillo, pero el miedo comienza a agarrarme y me quedo bloqueado en una antecima. Conmigo se quedan dos personas del grupo, ambas también paran por otros motivos, una agotada, otra porqué las botas le están lesionando los tobillos. Ellos están tranquilos descansando en la antecima, bastante ancha y donde hay patio por un lado, y bastante pendiente por el otro. La arista es relativamente amplia (se puede caminar, correr, o incluso poner una mesa y hacer un té sin que nadie se exponga) y ellos están disfrutando del paisaje, haciendo fotos. Yo estoy casi tumbado mirando al suelo y gritándoles que por favor no se asomen que me acojonan. Estoy bloqueado por el miedo y la vuelta al relativamente tranquilo y ancho collado se transforma en una pesadilla. En la cima del Ensangents parte del grupo nos saluda y no soy capaz de levantar la mano de miedo.

Año 2009, cresta de los Espadas, en el macizo del Posets en Huesca. Un grupo de seis personas progresan por esta cresta, decir que tiene ambiente o patio es poco, centenares de metros de precipicio a izquierda y derecha, sin lugar donde descansar la vista, y enfrente y hacia atrás rocas donde trepar o destrepar, pasos en los que hay que exponerse un poco más a la derecha o a la izquierda y lugares donde no se puede cometer un error. Pasos técnicos relativamente sencillos (II+ o III- ) y un paso no técnico pero increiblemente expuesto llamado paso del Funambulista dá una idea de lo que es una cresta clásica del pirineo de unos seis kilómetros que recorre cinco tresmiles, dos de ellos muy significados (Espadas y Posets) del Pirineo. Allí, el mismo que se quedó bloqueado en lo que era poco más que un pico de vaca en Andorra 7 años antes, estaba progresando sin aparentemente problemas. ¿Qué había cambiado?.

El miedo sigue existiendo, ya lo había notado tan sólo a la aproximación, el propio Posets por la “normal” (la vía de ascensión más fácil que tiene cualquier pico) da miedo, la arista aún por la normal es bastante vertiginosa. Conocía la pared norte a la que daba la cresta porqué dos semanas antes había estado haciendo parte de otra cresta justo enfrente (la del Bachimala, otro tresmil de la zona), y la visión del circo del glaciar del Posets es espectacular. Sólo de pensar se me ponen los pelos de punta y la “anticipación” (una de las cualidades de los cobardes) era algo que me hacía ponerme nervioso. En el grupo que atacábamos la cresta habían dos personas bastante expertas, otras de experiencia media y dos novatillos (yo entre ellos), y nos asignamos por cordadas, yo iba en la cabeza con el más experto, la cordada intermedia en el centro y la de cola iban el segundo más experto y la otra persona novata. En un principio los cordinos se quedaban en la mochila porqué a menos que alguien se bloqueara la cresta en sí no pasa de ser un I o un II- en el peor de los tramos, a excepción de los dos pequeños pasos técnicos. Eso sí, patio y ambiente para decir basta… y larga, 6 kilómetros que se tardan 3 horas sin descansos y a un buen ritmo en recorrer.

Durante toda la progresión, incluso la más sencilla iba algo asustado. Es más, en la primera cima, al inicio de la cresta que se hace caminando ya iba mirando de soslayo la zona más expuesta de la cresta y no estaba tranquilo. En cambio el grupo entero estaba bastante cómodo, incluída la otra persona más novata. El rum-rum de la cabeza no paró, no ya hasta terminar la cresta sinó incluso hasta salir de la zona más expuesta de la normal. El miedo fué in crescendo a medida que iba acercándome a los pasos más complicados o a los más expuestos, en el terreno agreste de la cresta mi corazón iba algo más acelerado de lo que debería para el esfuerzo que estaba realizando y necesitaba parar algún momento para evitar hiperventilarme y marearme. Pero a diferencia de mi fallida ascensión al Ensangents (infinitamente más fácil que la cresta de los Espadas) no entré en pánico por varios motivos, el más importante es que en esos años había realizado un aprendizaje emocional importante, me había expuesto a situaciones cada vez peores pero de forma progresiva y había ido aprendiendo a no entrar en pánico. Además el conocimiento es un grado y el conocer que un paso tiene una dificultad II+ me hacía compararlo con otros pasos de II y de III- que había realizado anteriormente. La racionalidad iba socabando la peor parte del miedo, evitando el pánico, ¿porqué tener tanto miedo si sabía que el paso más técnico podía superarlo porqué ya había superado otros tan difíciles antes?. También el haber realizado otras crestas más cortas y sencillas (como la que hay entre el Bachimala y el Sabre con pasos de II- o la cresta del Peguera un canchal de enormes rocas de primer grado, o como no, el mitificado paso de Mahoma en el Aneto) igualmente vertiginosas, me hacía recordar que allí había podido superar el miedo y hacer cima. Lo único es que en este caso se juntaban los pasos técnicos con la exposición y con una cresta bastante larga… además el paso del funambulista me hacía temer que me pudiera bloquear, ya había fracasado 3 años antes en el paso del caballo del Vallibierna y no sé si me atrevería. Pero tenía recursos suficientes como para poder ir afrontando los miedos (previso y encontrados en la situación) en comparación a situaciones anteriores y habiendo aprendido a controlar las peores reacciones. Al llegar a los dos pasos técnicos, bastante cortos, con mi compañero de cordada, esté subía primero y comenzaba a montar una instalación con cordino para asegurar por si alguien lo necesitaba. Yo subí sin asegurarme porqué ví los pasos claros y técnicamente es sencillo. Seguramente que si tuviera que destrepar uno de ellos me habría asegurado y hubiera bajado en rappel, pero de subida era evidente y sin demasiados problemas, incluso el segundo donde nos encigalamos algo y subimos por una pequeña chimenea que parecía más sencilla (al estar más tumbada) pero que resultó requerir tirar arriba de adherencia en uno de los pies, progresé sin asegurarme porqué lo veía bastante claro. La cordada intermedia aprovechó la instalación para uno de los pasos y la persona más novata subió asegurada en los dos, eso sí, estoy convencido que ninguno de los tres lo hizo con tanto miedo como lo hice yo… Se me dá bien trepar (no escalar) y los pasos con cierta dificultad técnica pero sencillos los hago con bastante comodidad, es lo que tiene tener unos brazos de orangután y tener cierta altura y no pesar demasiado, eso me ayudó a pasar los pasos algo técnicos sin sudarlos demasiado, otra cosa es que los pasara con mucho miedo.

¿Cómo llegué a no bloquearme en pasos que unos años antes eran ni imaginable siquiera que vayara a intentar? Aprendizaje emocional. El miedo que sentí comenzó siendo el mismo, por no decir que con mayor intensidad inicial al haber mucho más exposición, durante más rato y ser más difícil, la cuestión es que de tanto exponerme a él había aprendido a no bloquearme. Sigo sintiendo el corazón en un puño cuando alguien se asoma al vacío, aún cuando lo haga en un balcón o asegurado, pero ya hoy no doy la vuelta o aparto la mirada tan fácilmente o me pongo a gritarle que no lo haga. La reacción emocional inicial es la misma: miedo que me hace estar alerta y reaccionar, pero en lugar de reaccionar hacia la huida, he aprendido a que el miedo me mantenga en un estado de alerta que intento utilizar para mantener la concentración en situaciones expuestas. Eso sí, termino psicológicamente derrengado en mantener la concentración, es lo que le ocurre a los alpinistas. Precisamente una de las últimas muertes en el Posets la sufrió un experimentado alpinista (con un currículum que este que les escribe no podrá alcanzar en décadas) que realizó la cresta de los Espadas y que al bajar por la normal perdió la concentración o tuvo mala suerte, tropezó, y se despeñó por la arista en la bajada por la vía “fácil”. El miedo domesticado me ayuda a mantener la concentración, eso sí, como cualquier elemento de estress que nos hace sacar el máximo rendimiento de nuestras capacidades a costa de algo: en este caso de la resistencia psíquica. Por tanto, aquí hay un aprendizaje emocional importante, fruto de la experiencia y de la exposición, cada vez mayor a situaciones cada vez más acojonantes.

Todo hay que decirlo, incluso en esa cresta con pasos técnicos hay quien la puede pasar casi corriendo y sin equipamiento, ya que su nivel técnico de experiencia y también, como no, su límite de donde aparece el miedo personal es más alto. En la misma cima de los Espadas, mientras nuestras cordadas progresaban con cuidado y parando en los pasos técnicos, de cara nos encontramos otra cordada, esta sin cuerda ni en la mochila ni en ningún lado que habían dejado las mochilas en el Posets y hacían el tercio de cresta final para subir un par de tresmiles extras, saltando por las rocas, y tan sólo habían tenido algo de impresión en el muy vertiginoso paso del funambulista… ¿Pero es que no veían los precipicios donde estaban y por donde habían progresado antes y después del funambulista?. Sí que los veían, pero para ellos la frontera del miedo estaba bastante arriba.

En este mismo punto hay que decir que conozco personas con un nivel mucho más alto que el mío a tolerancia al miedo a las situaciones expuestas que por inexperiencia y poca exposición a sus miedos se quedan más bloqueados que yo (que tengo miedo antes y lo voy teniendo durante todo el rato) ante situaciones que a ellos les provoca miedo. En este caso, mi “fortuna” de ser un cobarde me hace haberme expuesto al miedo y que este actúe de forma más gradual, aunque a veces como después de pasar de vuelta el paso de Mahoma terminé blanco como las sábanas, dándome cierto margen emocional que ellos aún no han aprendido (aunque cuando lo hagan serán mil veces mejor alpinistas que un menda).

Situaciones de pánico y reacciones inmediatas

El miedo puede ser lento y sutil como en el caso del Ensangents o los Espadas, que poco a poco fué minándome la moral hasta derrotarme en el Ensangents, o convertirse en un aliciente para concentrarme como en los Espadas, o puede llevarnos a una situación clara de reacción -> pánico y huida. Por ejemplo, si un velociraptor apareciera de golpe en el comedor, lo que sufriríamos es una reacción de este tipo. Veríamos que corremos sin pensárnoslo dos veces y que lo hacemos con más fuerza de lo que creíamos tener. Realmente no pensamos ni una, ni dos veces, no pensamos y son las emociones las que nos hacen reaccionar. Tan sólo un aprendizaje emocional fundamentado nos ayuda a que la reacción sea como queremos. Por ejemplo, en alpinismo es importantísimo ensayar hasta el aburrimiento a autodeternos por palas heladas con el piolet. Cuando caemos lo último que hacemos es pensar y tenemos que tener automatizados los movimientos para intentar terminar con el piolet debajo de nuestro cuerpo y aprentando todo lo posible para que este nos frene. Lo normal es intentar pararnos con los brazos, clavar talones o cualquier otra acción de pánico… algo que es fatal. He tenido alguna caída en palas heladas pero o bien no eran en lugares comprometidos o estas se resolvieron de forma poco ortodoxa pero bien y sin entrar en pánico.

A pesar de ello en otra afición, donde aún soy mucho más patán y novato, una situación de pánico me estuvo a punto de llevarme al hospital. He practicado un puñado de veces el submarinismo recreativo. Realizar esta actividad, a diferencia del montañismo que puedes comenzar calzándote unas botas y subiendo una montaña alta pero sin pasos técnicos, no hay manera de comenzar sin tener conocimientos técnicos. Para poder alquilar o comprar el material has de disponer de un carnet que te acredite como submarinista con un mínimo de nivel, de hecho para alquilar has de ir dos personas con el carnet acreditativo (como mínimo el de Openwater o el segundo nivel de la federación española de deportes subacuáticos), con un seguro en vigencia y el libro de inmersiones, a parte, de obviamente pagar. Este carnet no es muy difícil de adquirir pero te obliga a realizar un curso de un puñado de horas teórico, con sus exámenes, sus prácticas de inmersión en piscina (otro puñado de horas) donde se realizan un conjunto de ejercicios que se repiten una y otra vez, y por último 4 inmersiones de prácticas con un divemaster. Todo esto garantiza que como mínimo, en algún momento, los buceadores han realizado todas las maniobras de emergencia básicas, que saben utilizar y montar el equipo y que conocen lo básico para ayudar a un compañero o salir ellos mismos de una situación peligrosa mínimamente normal. Esto en la teoría, porqué a la práctica lo aprendido se olvida rápido, los pasos de seguridad de inmersión o emersión se pueden olvidar y en las inmersiones a los novatos nos pasan cosas: nos perdemos y tenemos que nadar más a la vuelta, podemos tener problemas para compensar o hacernos un lío con el equipo. Aún así, todo está diseñado para que si no cometes los peores errores, si no hay complicaciones, la gente no se meta en líos muy gordos. Los respiradores si fallan normalmente es para no parar de dar aire, los buceadores novatos, tampoco pueden estar mucho rato en inmersión porqué se zampan el aire muy rápido, etc.. Aún así, hay accidentes.

Pués bien, uno de los errores fatales en el buceo es dejar de respirar, y más cuando se realiza una emersión. Si aguantas la respiración y estás tan sólo a un puñado de metros y emerges tus pulmones se expandirán. Respiras aire que te proporciona tu respirador a la presión en la que te encuentras (porqué sinó, tus pulmones no podrían empujar el agua que te rodea y respirar), y este al aguantarse sin tener vía de escape se expande al ir acercándonos a la superficie. Si por ejemplo respiramos aire a 5 metros, este estará a 1,5 atmósferas y si lo aguantamos, este aire intentará ocupar 1,5 veces el espacio que ocupaba bajo el agua, si el aire lo hemos aguantado cuando tenemos los pulmones llenos y emergemos, entonces tendremos lesiones bastante graves, sinó la muerte.

Pues recientemente, en la primera inmersión que hacíamos libres mi compañero y yo, tuve la mala suerte de que aunque no sufrí casi ninguno de los problemas del buceador novato (compensé de maravilla, más o menos nos orientamos bastante bien, controlamos fantásticamente la profundidad y a nuestro propio compañero de maravilla), sufrí uno que es rarísimo pero complicado. El respirador dejó progresivamente de darme aire y comenzó a darme agua, al principio podía expulsarla como cuando respiras del tubo en snorkel y una ola te mete agua dentro, pero luego tenía que ir tragándomela hasta que por fín, en pocos segundos dejó de soltar aire. Estaba a poca profundidad 5 o 6 metros, y al parecer la membrana del respirador se había soltado y dejaba de funcionar…. Lo primero fué una reacción de pánico, no tengo aire, no puedo respirar he de salir a la superficie. Actuó, como no, el miedo y todos los mecanismos automatizados del instinto de supervivencia… aguanté la respiración y presa del pánico comencé a aletear hacia arriba sin preocuparme de la velocidad ni de soltar aire, ni de nada… Hasta que me dí cuenta, en pocos segundos que estaba haciendo algo fatal y que grácias al adoctrinamiento y entrenamiento constante de mis instructores de golpe lo recordaba: tenía que soltar aire en burbujitas para evitar la descompresión dolorosa. Una vez recordado esto comencé a soltar burbujas, paré en seco la ascensión (me había olvidado, incluso, de utilizar el chaleco para ascender, y tiraba sólo de aletas, así que el frenar fué sencillo), y entonces volví a recordar lo que durante el curso me habían enseñado: de mayor a menor las 5 formas de emerger más seguras. De golpe pasé de la primera a la segunda y recordé que tenía un respirador de emergencia, precisamente para estos casos o para cuando el compañero se quedaba sin aire. Bien, sencillo… saqué el respirador de emergencia, me lo puse en la boca y comencé a respirar. Me había salvado por pocos segundos de tener que ir a parar a un bonito hospital y sufrir lesiones bastante serias. Aquí había fallado el aprendizaje emocional, cuesta prepararse para situaciones de pánico de este tipo, pero sí que aunque la experiencia aquí no fué un grado, la instrucción y el entrenamiento habían suplido y me habían dado recursos para reaccionar. El aprendizaje emocional no era tal vez el óptimo para la práctica segura del buceo pero sí que era suficiente para evitar los problemas más complicados.

En este caso la reacción de huida inmediata, que es buena para huir de velociraptors, evitar que te arrolle un autobús, o salvarte de los quillacos y matones de barrio, estuvo a punto de enviarme al hospital. Esta reacción que en el 90% de las ocasiones es la idónea (tienes un peligro claro y evidente y no te puedes parar a pensar en la mejor opción y has de huir cagando leches) no es la mejor para el 10% restante, por tanto el aprendizaje emocional en este caso, para aprender a no dejarte llevar por el pánico es imprescindible.

Con todo esto seguiré asustándome, cagándome, pasando mucho miedo, y algunos posiblemente no superándolos (mi pánico a las inyecciones creo que es algo que no lograré superar nunca), y otros aprendiendo a utilizar el miedo a mi favor.. Eso sí, a mí no se me ocurre considerar que el miedo, esa emoción que llevamos imbrincada en los genes y que forma parte de nuestros recursos evolutivos como animales con sistema nervioso complejo, sea algo que nos debilita o un obstáculo. Ni mucho menos, el miedo es un motor, un aliado, tan sólo hemos de intentar a través de un aprendizaje emocional, utilizarlo de forma que nos favorezca de la mejor de las maneras. Seguramente no podemos controlar nuestras emociones, pero sí que podemos aprender a que estas nos hagan reaccionar como realmente esperamos y queremos actuar.

A todo esto, el miedo también actúa en la política y en nuestro día a día… otro hablaré de lo que el miedo nos puede ayudar o obstaculizar en lo que es la acción política.

Soc coordinador de la revista electrònica i xarxa de bloggers www.socialdemocracia.org, webmaster de la UGT de Catalunya i militant del PSC.

3 thoughts on “El miedo no es una debilidad sinó una emoción que puede ser nuestra aliada

  1. Eiii noi la he vuelto a leer eres un verdadero CRAkkk, ya me impresionó cuando no te conocía ahora que te conozco la he vuelto a leer y me he emocionado muchísimooo mas, se me pone la piel de gallina porque me siento tan indentificada, a la vez me hace sentirme mas fuerte de mente para poder combatir el pánico no el miedo porque siempre me pasara lo mismo pero espero algún día controlarlo, lo que a mí me pasa los días antes de hacerlo una vez que toy en la situación me concentro mentalmente y me siento mas tranquila, esta frase tuya, “Los valientes de verdad no dejan de sentir miedo, lo que no se dejan es dominar por el pánico. Esa sentencia que queda muy bonita en los libros de aventuras, es algo cierto y que sólo se entiende si realmente te expones a lo que te provoca miedo y logras superar la reacción inicial y conseguir que esta sea más favorable a tus intereses”, ufff se ma ha puesto la piel de gallina precioso ni que me lo hubieras dedicádo a mí, jiji sigue inspirandome con tus frases a mi en su día me decidí ir a la Cresta de Espada, sigue así Crak… un besazo nos vemos pronto muakkkksssss

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