Ayer escribía profundamente sobre lo que me parecía la reforma de la Constitución y el techo de gasto. Hoy se publica el texto concreto que va a la reforma de la Constitución.

Por un lado, el texto permite, si hay racionalidad en el Congreso cumplir las condiciones más extremas que alertaba en mi artículo, cosa que es mucho pedir. Por otro, introduce un término peligroso como “equilibrio presupuestario” para administraciones locales, que si en el desarrollo de la ley se hace “con el culo” (como es de esperar en este país), va a hacer inoperativa cualquier actuación económica de ayuntamientos medios-pequeños o pequeños.

Igualmente, para esta reforma que delega en una ley orgánica la aplicación real del límite de déficit, y que además delega directamente en las políticas europeas la cuantía de este límite de déficit (en lugar de establecer un modelo “a la sueca” delegamos directamente en el Bundesbank, digo… el BCE, cual ha de ser nuestro déficit), resulta que podríamos ahorrarnos perfectamente la reforma constitucional (y más por decreto) que contiene más riesgos sociales y políticos que vía ley orgánica.

Y no, esta reforma no es urgente. Algo que se aplica en el 2018 y que NO se puede aplicar, como es en el caso actual, en plena crisis económica (tal y como indica el texto de la reforma), NO es urgente.