Una de las voces que no ha funcionado durante esta crisis ha sido la del movimiento ciudadano o la de cualquier movimiento social organizado a nivel europeo. Es verdad que los diversos #occupy(la ciudad o el elemento simbólico que más le guste) han existido y que son elementos muy a tener en cuenta, pero no existe coordinación entre las diversas plazas ocupadas, ni tampoco una agenda común. Es un gesto, importante, que muestra un rechazo a la línea que está llevando el sistema, pero no muy efectivo al carecer de agenda común, capacidad de interlocución posterior (muy bien, sacas la fuerza en la calle, pero no tienes ni el qué ni con quien negociar), no es capaz de recolectar ningún beneficio o mejora social.
Con la honrosa salvedad de los movimientos emergentes, en esta crisis ha fallado una voz social organizada. Es cierto que la sociedad organizada se ha opuesto a muchas de las medidas en diversos países, pero estos han sido movimientos de calado nacional.
Ya habían alertado diversos sociólogos y politólogos (entre otros Manel Castells) que la debilidad de las instituciones nacionales y las organizaciones sociales de ámbito nacional parten de que la toma de decisiones en numerosos aspectos que afectan nuestra vida está en esferas superiores o esta decisión está diluida en esferas geográficamente no localizadas y fuera del marco político. En este caso, la crisis que arrastra la zona euro y en especial los países de la periferia es un claro ejemplo. La gran toma de decisiones no lo hacen los estados, y menos aún los más afectados por las políticas de austeridad. Vienen realizados por compromisos de más alto nivel, por decisiones económicas del BCE, por políticas generales que acuerdan los dirigentes de los países de la zona euro, con lo cuál la responsabilidad y poder se diluye de los jefes de estado, a un consenso y equilibrio que ha demostrado bastante limitaciones a la hora de tomar decisiones acertadas.
Por ello, podemos hacer muchas huelgas nacionales, muchas manifestaciones en la calle, y hay que seguir haciéndolas para demostrar el rechazo a medidas que consideremos injustas, pero sin que esa protesta adquiera la dimensión del marco que toma las decisiones (en este caso la alta política económica europea) tendrá un éxito más bien limitado. Los jefes de estado irán notando la presión social, pero esta estará diluida territorialmente y a lo largo del tiempo. Con algunos gestos de maquillaje lo solventan.
Y sobretodo el gran ausente de todo esto, ha sido el movimiento sindical europeo, cuando se contempla como europeo. Han habido jornadas de movilizaciones por el trabajo digno (cada año se realizan conjuntamente en decenas de países), pero estas no pasan de ser manifestaciones puntuales, que pueden tener más éxito en algunos países, pero en general no son percibidas como una movilización de contestación a las políticas económicas europeas. Las herramientas de coordinación de los sindicatos europeos existen, la ETUC es una muy buena herramienta, el problema no es “de la herramienta” sino de la mentalidad de los sindicatos, que funcionan con claves de estado-nación. Y es normal, la mayor parte de legislación laboral, los acuerdos macro de negociación colectiva y todo el aparato institucional donde los sindicatos hacen su trabajo tienen esa orientación. Además las lógicas nacionales y culturales pesan mucho, incluso con diferencias notables en países muy semejantes. Por ejemplo, el sindicalismo español, portugués o italiano es bastante menos radicalizado que el francés, o el sindicalismo finlandés sale casi tanto a la calle como el de sus compañeros mediterráneos, mientras los suecos apenas saben lo que es una huelga, los británicos están acostumbrados a huelgas duras sectoriales mientras los alemanes dejan esa herramienta para conflictos muy encallados a nivel de empresa.
Además las diferencias de como se está sufriendo la crisis y las políticas europeas por países también tienen su reflejo en las reacciones sindicales. Que haya habido huelgas generales en todos los países que han sido extraoficialmente intervenidos es algo bastante evidente. A pesar de la mayor radicalidad de los franceses, estos han realizado las mismas huelgas que los españoles, y no creo que el sindicalismo griego (que no lo conozco tanto para opinar si es más o menos beligerante) tuviera otra solución que organizar todas las huelgas que ha organizado ya que han enviado el futuro del país al abismo. Mientras en otras latitudes el movimiento sindical ha estado tranquilo ya que las medidas de austeridad y los problemas de la burbuja especulativa no han sido tan significativos.
Por ello, la respuesta sindical europea ha sido dispar y dispersa. Por mucho que hubiera un planteamiento general común, que todos los sindicatos de la ETUC compartían, las formas de defenderlo y la intensidad de esa defensa ha sido diferente a nivel de cada país.
Así que la ausencia de esa coordinación en la respuesta se ha notado. Pocos han percibido que hubiera un movimiento social organizado a nivel europeo. Y sobretodo, quienes más importa que lo perciban que son los actores políticos y económicos que toman las decisiones. Rajoy o Monti pueden sentir las manifestaciones de Madrid o de Roma, pero al viajar a Bruselas no percibirán que esa movilización nacional responde a un rechazo de la ciudadanía europea a los acuerdos que llegan (o les vienen medio impuestos) con Merkel y Hollande. De hecho Merkel tiene que preocuparse más de la opinión pública alemana, opuesta a dar oxígeno a los países de la periferia de la zona euro, que de las movilizaciones de los ciudadanos griegos. De hecho esta ausencia de movilizaciones sociales coordinadas también abre una brecha en la ciudadanía europea, pero esto es un tema que dejo para otro artículo.
El hecho de que por fín, haya una convocatoria coordinada de todos los sindicatos europeos para una #europeanstrike que en cada país se hará de forma distinta pero con una dimensión hasta ahora no vista, es la primera voz de la existencia de un sindicalismo europeo que puede sarlir de las instituciones europeas donde está realizando gran parte de su trabajo, para coordinar movilizaciones en la calle en toda Europa. Es verdad que la #europeanstrike como el sindicalismo europeo, va a dar respuestas diferentes en cada país, pero estas tienen un tono de beligerancia superior en todos ellos.
Los países que han convocado huelga general de algún tipo son principalmente los de la zona mediterránea más azotada por la crisis, Portugal y España convocan una huelga general de 24 horas, la CGIL (el sindicato mayoritario) en Italia ha convocado una huelga general de dos horas por turno a la que seguramente se sumarán el resto de sindicatos italianos, Grecia, que acaba de salir de una huelga general muy reciente, seguramente se sume con otra nueva huelga general de 24 horas. Los sindicatos franceses han convocado el 14 una movilización intersectorial en solidaridad con los trabajadores españoles, portugueses y griegos ( y conociéndolos esto significará alguna acción de piquetes en la frontera y de huelga de celo en algunas empresas que tengan actividades relacionadas con los países que convocan huelga). Aunque por su dimensión no deja de ser anecdótico, Malta y Chipre también han convocado una huelga general de 24 horas. La DGB ha anunciado que ocupará las calles de Berlín el día 14 de noviembre, en el mismo congreso que la CGIL anunciaba la huelga italiana. Los vecinos nórdicos tampoco se quedarán en casa y a pesar del frío, seguramente la LO convocará el 14 de noviembre manifestaciones en las principales ciudades suecas. Seguramente a lo largo de la semana se vayan concretando la participación del resto de países, aunque ya ha habido aperitivos de esta jornada, la huelga general en Grecia o las manifestaciones de hace una semana en Londres convocadas por la TUC.
A pesar de la disparidad de acciones en los diversos países, fruto de las diversas situaciones económicas y la cultura institucional de cada un de ellos, no podemos pasar de puntillas por un hecho que no había conseguido ni siquiera la Primera Guerra Mundial, que la crisis y el “austericidio” europeo provoque la convocatoria de una huelga en toda Europa.
PD: Una maldad, si una movilización de este tipo la hubiera convocado algún movimiento emergente tendríamos todos los sociólogos y politólogos de la banda Castells y todos los opinadores volcados en que es un hito “histórico”, un logro que demuestra la fortaleza de los movimientos emergentes. Pero al ser organizada por los “caducos y agonizantes” movimientos sociales clásicos no dicen ni pío. Una muestra más del doble estandard con el que se analizan los movimientos sociales y la política en el paradigma que es mayoritario en las ciencias sociales.
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