El intento de prohibición de las esteladas en la final de la Copa del Rey en el Vicente Calderón ha sido uno de los mayores tiros en el pie que se haya podido pegar el aparato del estado español en su combate contra el movimiento independentista. Como mínimo ha conseguido tres efectos negativos para la causa anti-independentista.
El primero ha sido galvanizar al independentismo durante una semana en algo que les une. Lo peor para el independentismo es pasar tiempo fuera del combate ideológico, entonces emergen las contradicciones internas y el aburrimiento. El independentismo está en una fase en la que ha combinar el trabajo tranquilo a través de las instituciones y la presencia en la calle (como la futura manifestación contra el Tribunal Constitucional del 29 de mayo). La prohibición de la estelada ha recordado al independentismo que tiene enfrente un estado que va a utilizar todas las vías para intentar derrotarle y ha servido que al menos durante unos días no se recreen en las contradicciones internas.
El segundo de los efectos negativos y no es menor ha sido la internacionalización del conflicto. El independentismo catalán necesita que el mundo vea que España no tiene soluciones democráticas para el conflicto. Que la prensa internacional hablara de la prohibición de la bandera catalana o de las esteladas es una forma de decirle al mundo dos cosas: los independentistas siguen luchando y el estado español no es tan democrático como intenta proyectar. El regalo a la diplomacia catalana ha sido enorme.
El tercero de los efectos negativos para la causa anti-independentista ha sido que ha vinculado la estelada a la libertad de expresión y la lucha democrática. Al menos durante unos días la estelada ha representado para numerosos catalanes no independentistas, y no solo catalanes, un símbolo a defender, asociado a la libertad de expresión y la democracia. En esto de la independencia no hay dos bandos, simplificando mucho hay 3 y en cada uno de ellos posturas muy complejas personales. Están las personas que defienden la independencia de Catalunya, los que son claramente anti-independentistas y los que no son ni independentistas, ni anti-independentistas, pero sí que se mueven en los marcos de la democracia y defienden la soberanía catalana, su expresión pública como nación y reconocen que la democracia en España aún está a medio gas.
Estos últimos aún no sabemos que postura tendrían en caso de tener que tomar una decisión binaria, pero sí que sabemos que el independentismo ha ido reclutando y creciendo entre ese grupo. Sabemos que enarbolar una estelada o defenderla no te vuelve independentista, pero es un paso para normalizar un símbolo (igual que se hizo con la senyera) más allá del entorno nacionalista/independentista. Ayuda a la construcción de un lugar de común encuentro entre independentistas y no indepes demócrtas que no rechazan el independentismo de forma tajante.
Si a eso sumamos las sentencias del Tribunal Constitucional en contra de leyes sociales y la continua judicialización del proceso catalán por parte de las instituciones españolas, el trabajo para que el independentismo genere aliados y crezca viene bastante dado.
Lo siguiente son capturas de twitts de personas no independentistas, pero que se mueven en la frontera federalista y su reacción a la prohibición. No es una anécdota, no es casual, no tiene un efecto neutro. Estas personas internamente están diciéndole al estado español que como siga así les volverán independentista, aún en contra de sus preferencias.