El independentismo se encuentra en la tesitura de escoger entre dos estrategias. Una de ellas ofrece un mensaje de épica, de intachable moralidad, de aparente firmeza en los principios y ofrece la batalla final donde se decide todo en una jornada.
La otra ofrece dificultades, una lucha más larga, casi nada de épica y un escenario donde la defensa de la república será difícil, a veces sutil y donde se tendrá que utilizar mucha astucia y transparencia. Esta estrategia nos ofrece un resultado que no está a la vuelta de la esquina en un plazo corto de tiempo.
El problema principal de la segunda estrategia es que no se puede definir una “hoja de ruta” o un plan de éxito inmediato, a lo sumo puede en estos momento describir que objetivos estratégicos conseguir: internacionalización del conflicto, ganar apoyo y cohesión interna a favor de la independencia y comenzar tener capacidad de resistencia como república a las acciones coercitivas del estado español. Objetivos que son más fácil de describir que ni tan siquiera pensar el como conseguirlos y que requieren tiempo.
Pero si la anterior estrategia no garantiza la victoria y ofrece un camino tortuoso y complicado, lleno de dudas y dificultades hacia la independencia, la estrategia de defensa épica de la bandera alrededor de determinadas figuras del independentismo con el único grito de “defensa del Gobierno legítimo” lo que hace es garantizarnos la derrota.
Esta derrota será dulce, épica, digna y nos dará otro día histórico en el calendario independentista. Aunque para una parte del independentismo nuclear necesita y anhela esta épica lo que hace es alejar al independentismo pragmático que quiere gobiernos. Una parte del independentismo aunque desea que Catalunya sea un estado lo primero que desea es que le gobiernen opciones que no les hablen desde el pensamiento mágico.
Esta derrota épica tiene muchas trampas emocionales y tiene incentivos perversos. Esta estrategia sustituye el dar las explicaciones que se deberían haber dado el día 27 de octubre del porqué la hoja de ruta no ha conseguido su objetivo. Estas explicaciones las han dado personas que no detentan la máxima responsabilidad del Govern. Hemos escuchado a Marta Rovira o a Germà Bel explicando el porqué no hemos podido ejecutar el plan de defensa de la república, pero hubiésemos desado escucharlo del máximo responsable en el momento adecuado.
La segunda virtud perversa de la derrota épica es un caramelo para quien, estando en la sombra, pero dirigiendo ciertos hilos al final su resultado le facilitará el retorno al autonomismo simple y llano, a los pactos de toda la vida porqué esta estrategia de derrota épica se resigna a no conseguir jamás una mayoría independentista sólida.
La tercera virtud perversa de esta estrategia de la derrota épica es que quien la utilice más a fondo tiene un relato más sencillo y rentable electoralmente canibalizando otras opciones independentistas, a pesar que lo que hace es estrechar la base independentista como he dicho antes.
Este 21 de diciembre espero que las candidaturas opten por una vía pragmática, realista y sin pensamiento mágico. Que aparten la épica, y que sepan navegar entre la Escila de la derrota épica y el Caribdis de la resignación al 155. Pido seguir el camino más difícil, pero los discursos más épicos, llenos de golpes en el pecho y donde la “dignidad” se antepone al sencillo y simple objetivo de ganar en votos y ofrecer una vía estratégica, lo único que nos llevan es a una derrota frente al bloque no independentista.