El fin de la magia
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El fin de la magia


Los objetivos comunes forjan alianzas imposibles. 
Geralt de Rivia (Andrzej Sapkowski)

Hemos llegado a una situación insostenible en el Parlament de Catalunya. Ya no hay más cartas que jugar. Se ha acabado el no afrontar las contradicciones ni los problemas que ha tenido el independentismo desde el 10 de octubre del 2017.

Como si fuera un campo de fútbol de “Campeones” se ha ido chutado numerosas veces el balón hacia delante, el campo parecía infinito, la portería de la realidad nunca llegaba, pero al final hemos llegado a la línea de fondo sabiendo que todo chut acabará en manos del portero.

El independentismo mágico ya ha agotado su discurso, sus jugadas maestras, sus movimientos. Por más que el mago Costa intente mover rápidamente sus manos intentando tejer un hechizo no consigue más que chisporroteos sin poder, quedan en gestos para un público cada vez más pequeño que confía en él. Las desobediencias de bolsillo son naumaquias en barreños. Batallas para la nada más absoluta, ni tan siquiera un logro simbólico.

Hemos pasado de querer desobedecer para conseguir la independencia, a querer desobedecer para nombrar a Puigdemont President, a querer desobedecer por un tema tan absurdamente menor del reglamento que de tan ridículo ni siquiera que se plantee. Hemos sido derrotados. El 27 de octubre perdimos, segúramente no teníamos las condiciones objetivas para la victoria. El 3 de octubre éramos imparables, pero cometimos el error el 10 de octubre de decir a aquellos que no eran independentistas pero que salieron a luchar contra la represión que no los necesitábamos.

Tenemos un escenario donde por seguir haciendo fuegos de artificio, pretendemos que terceros hagan heroicidades. Numerosos gritos de los Banshees buscan culpar al independentista de al lado de las carencias propias, pero esos espectros vengativos ni siquiera causan ya el más mínimo miedo. La mentira se desvanece. Hemos roto el sueño y el jarrón de las promesas mágicas se ha hecho añicos. Y como la muerte, el resultado es inapelable. No hay héroes que puedan salvar el día. No conseguiremos a través de los ayuntamientos lo que no tenemos a través del Gobierno de Catalunya, y mucho menos lo que no tenemos en la sociedad. Por más llamadas que haga la Asamblea a implementar el mandato del uno de octubre carecemos de los instrumentos políticos, institucionales y sociales, y especialmente del poder para hacerlo.

Llevamos meses navegando entre brumas, creyendo que los bramidos del cuerno de guerra de Waterloo nos llamaba a la lucha cuando lo que prácticamente estaba camuflando una retirada. Es cierto que algunos nos hemos retirado para volver a una nueva trinchera, pero todo y no hacerlo de la mejor forma, hemos llegado organizados y algo enteros a la nueva posición. Otros han intentado hacer creer que su retirada desorganizada era una carga contra el enemigo, al final lo único que terminan haciendo es arrollar las propias posiciones creando una caótica desbandada.

Seguramente como pueblo y movimiento político seamos muy fuertes. El rival no sabe como destruirnos, ni seducirnos, ni comprarnos, ni callarnos. Pero eso no quita que en este momento estemos en una situación donde ya no hay hacia donde correr para escondernos de la derrota que vivimos el año pasado. Lo más triste de todo es que ni hemos afrontado la situación para hacer un duelo de lo vivido, de lo no conseguido, un ejercicio emocional para encajar que era imposible la victoria el 27O y poder por un lado exigir responsabilidades pero por otro tirar adelante un nuevo proyecto.

Una vez la magia se ha acabado, Camelot se hunde, los héroes quedan desnudos pero es la oportunidad para que del mito se pase a la historia. El aura de magia desaparece, dejando personas desnudas frente a la realidad. Pero es en ese momento, cuando se borran los mitos y las religiones primitivas que aparece una oportunidad para la razón y el corazón. El independentismo puede dar un salto adelante y madurar. Abandonar la adolescencia mágica e iniciar una fase adulta donde afrontamos la realidad de cara, sin más mentiras.

Soy pesimista. El independentismo ha vivido de cierto pensamiento mágico, necesario para tirar adelante un imposible que casi conseguimos. Pero en esa misma fortaleza de creer lo imposible radica su debilidad actual, que hace no aceptar que ahora hemos de trabajar para que las cosas que hoy no lo son, mañana sean posibles. Los que han salvado su proyecto político en chutar el balón adelante han de ser salvados de si mismos, buscar una oportunidad y una salida honorable para que puedan salir de esta con su pundonor, con su autoestima entera y también con su espacio político. Requiere generosidad por parte de muchos, especialmente aquellos que hemos sufrido en nuestras carnes el escarnio continuo por no creer en hadas y dragones. Seremos los traidores, los que dudamos, los que pensamos que el pueblo de Catalunya incluye también a los que no piensan como nosotros en el eje nacional, quienes tendremos que dar ese paso generoso.

Pero también quiero decir una cosa del sector del independentismo pragmático. “Ensanchar la base” repetido como mantra no es más que otra versión un poco menos mítica de ese independentismo mágico. Quienes defendemos esta vía debemos ser sinceros. Es lenta, agónicamente lenta. No tiene garantías de éxito, y por si sola, si no hacemos algo más no consigue la independencia. Ese “algo más” es lo que necesitamos que nos aporten los que hoy han caído del dragón porqué este se ha disuelto. No seremos generosos con ellos por bondad, sino por necesidad. Porqué solos no podemos, porqué no sabemos hacerlo todo, porqué solos carecemos de ilusión.

Alguien dividía Catalunya en 4 grandes grupos. Independentistas incondicionales, independentistas pragmáticos, federalistas y unionistas. Seguramente necesitemos a los federalistas que nos ayuden a luchar contra este sistema del 1978 y llegar juntos a la conclusión que su lucha es la misma lucha que tenemos los independentistas y que la mejor vía para conseguir romper los grilletes de la falsa transición sea un nuevo estado. Pero lo que también necesitamos es a las dos familias independentistas alineadas. ANC no es nada sin Omnium, ERC nada sin JxCat y la CUP.

Hoy solo puedo tener la esperanza en que al final cuando nos miremos a los ojos veamos otro compañero con el que por narices nos tengamos que entender. Sabíamos que la magia se iba a acabar tarde o temprano. Los que aún creían en ella hoy pueden optar o bien por iniciar el proceso de duelo que otros hemos hecho desde el 27 de octubre o culpar de sus problemas (que son los de todo el movimiento independentista) al independentista de enfrente. Por mi parte yo solo puedo ofrecer una mano y unas palabras de consuelo “yo también he pasado por esto”.

El fin de la era de la magia, como dije, puede ser el inicio de la era del corazón y la razón, o bien el inicio de una larga noche.

Soc coordinador de la revista electrònica i xarxa de bloggers www.socialdemocracia.org, webmaster de la UGT de Catalunya i militant del PSC.

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