En el ámbito de la movilidad vamos muchas veces dando saltos parciales. Falta cierta honestidad a la hora de afrontar un debate profundo sobre nuestros modelos de movilidad. Los gestores públicos suelen llenarse de palabras como “multimodal” o movilidad sostenible. También nos explican como será el futuro con coches eléctricos y vehículos autoconducidos. Introducen grandes conceptos que lo único que hace es dejar atrás el gran debate que han de afrontar las ciudades y en general las políticas de movilidad: el fin del reino del vehículo privado.
Los gestores de la movilidad y los gurús del futuro hacen que focalicemos el debate en aspectos secundarios como la eliminación de los vehículos de motor de combustión. Este debate no deja de ser interesante ya que supone la eliminación en nuestras ciudades de partículas que provocan miles de muertos al año y enfermedades respiratorias. Pero en este debate escondemos una falsedad. Intentan explicar que los criterios de emisiones de CO2 y otros gases de efecto invernadero quedarán reducidos, cosa que no es del todo cierta.
De momento la producción de energía eléctrica sigue siendo fuertemente dependiente de combustibles fósiles y no es del todo limpia. Tampoco la eficiencia de la red eléctrica en las ciudades garantiza que si todos los actuales vehículos a motor se enchufan a la red eléctrica por las noches para recargar no terminemos con problemas serios de suministro eléctrico.
El hecho también de ir a modelos de movilidad con vehículos inteligentes y autoconducidos puede ayudar a una mayor disciplina viaria y seguridad en las ciudades y carreteras, pero tampoco afrontamos el verdadero problema.
Sobran coches, sobran motos. Sobran en general vehículos privados. Queremos espacios para peatones, queremos una red de transporte público en superficie de calidad, queremos evitar la congestión, queremos en definitiva ciudades más sostenibles y más amables con el peatón.
Y ese debate siempre lo terminamos afrontando de forma soslayada. A medias verdades. Escondiéndolo en un “hay que mejorar el transporte público” o medidas puntuales. Algunas ciudades parecen punteras como Madrid retirando el tráfico de la Gran Vía, y no está haciendo nada más que lo que ya han hecho otras ciudades como Barcelona 30 años antes.
La mayoría de gestores públicos de la movilidad se esconden, saben que las ciudades van a ir hacia menos coches y vehículos privados. Vamos hacia un modelo con menos coches donde además el usuario de la vía es quien va a mantenerla. El futuro no va a pasar por seguir manteniendo vías de alta velocidad gratuitas, ni con liberar peajes, ni tan solo con unos coches más limpios. Vamos a un futuro con muchos menos coches y con menos espacio viario para el vehículo privado.
Nuestras ciudades han crecido como súbditas del gran rey que es el coche, nuestras vías de movilidad priorizan el vehículo privado, nuestra sociedad ensalza la libertad y el poder de los vehículos a motor. El gran cambio al que nos dirigimos es al fin de ese reinado. El resto, no deja de ser medidas paliativas para retrasar el debate.