Yo he sido federalista casi 20 años, he colaborado en proyectos que luchaban por una tercera vía entre el centralismo español y el independentismo catalán casi durante ese mismo período.
Los proyectos políticos se han de juzgar con perspectiva. El reformismo catalán es el que impulsó el modelo autonómico, la descentralización administrativa (que no política) del estado español y en parte el modelo de la España de 1978 mama de ese reformismo. No niego sus logros en mejorar el sistema franquista.
Pero esos logros tienen casi 40 años. Se supone que en democracia había mayor margen para poder reequilibrar las fuerzas centralizadoras basadas en la concentración de poder que siempre ha tenido España. La “tercera vía” ha de ser juzgada por sus efectos durante la democracia.
Y aquí ha fracasado. Catalunya no ha mejorado su situación fiscal (y de inversiones, disponibilidad presupuestaria, etc…) por mucho que se han descentralizado competencias a nivel administrativo, la Generalitat se ha quedado congelada para poder impulsar políticas por la ausencia de una financiación adecuada.
Pero además un objetivo que tenía la tercera vía era mantener lazos de fraternidad entre España y Catalunya. Como vemos en esto ha fracasado. Por un lado ya sabemos en que punto estamos en Catalunya, con un apoyo a la independencia que ronda el 50% cuando en los años 80 apenas llegaba al 15%, pero en España, la opinión sobre los catalanes sigue y ha sido mala. En 1994, en pleno auge de la tercera vía a la convergente, tenemos la única encuesta del CIS donde se preguntaba la opinión sobre ciudadanos de otras CCAA. Sabemos el resultado: existe una catalanofobia de baja intensidad. Aún peor en 1996 el CIS preguntó cuál era la CCAA mejor tratada por el estado y más del 70% dijo que Catalunya. A pesar de los datos objetivos.
La tercera vía ha fracasado estrepitósamente. En 20 años de transferencias, Catalunya ha dado más de su PIB anual (un ritmo insostenible en ningún otro país), y esta situación no la ha revertido ningún acuerdo, pero además ha terminado generando una opinión en España de que los catalanes nos estamos aprovechando.
En términos coloquiales se llama “ser cornut i pagar el beure”.