Política

El sindicalismo radical de los privilegiados

Todos sabéis mi beligerancia por la causa sindical. Considero los sindicatos esenciales para cualquier democracia avanzada como mecanismo que compense la desigualdad a la hora de negociar que tenemos los trabajadores (además de unas organizaciones esenciales en la democracia y la última línea de defensa del estado del bienestar). De ello he escrito varios artículos y economistas como Krugman comparten a rasgos generales mi visión.

revolucion

Pero los sindicatos, como los partidos políticos, asociaciones, etc… también pueden tener su cara negativa. Entre otras, a nivel del mercado laboral un sindicalismo de los privilegiados termina perjudicando a todos.

Me explico, imaginémonos un sistema laboral que tuviera trabajadores (del sector privado mayoritariamente) que se encuentran en situación de monopsonio, y otros, cuyo sector está hipersindicalizado y por sus características compensan el monopsonio o tienen una capacidad de presionar a sus empleadores que supera la capacidad de los empresarios de negociación (por ejemplo, porqué sean funcionarios y no puedan ser despedidos, o porqué un paro en la producción lleve a un caos en sus empleadores pero también entre otros sectores). En esta situación, con un sindicalismo responsable (por no citar nada conocido directamente, el ejemplo más manido es el sindicalismo sueco), los salarios no se disparan en el sector donde los trabajadores tienen más poder negociador que el empresario ya que este sindicalismo no sólo mira por los trabajadores hipersindicalizados sinó por los del resto de sectores donde la capacidad de negociación es menor y buscan maximizar el empleo. En el fondo el sindicalismo de clase en este caso no aprovecha la capacidad de negociación especial de estos trabajadores para conseguir beneficios a costa de los desempleados que podrían entrar a trabajar en ese sector o a costa de otros trabajadores.

Sobre esto hay literatura bastante compleja y como todo en economía teorías contrarias, a esta… Pero para lo que nos interesa podemos hacer una elucubración de que son ciertos.

Imaginémonos que esos sectores donde la capacidad de negociación de los trabajadores de salida es más alta que la de sus compañeros en otros sectores. Por ejemplo, no pueden ser despedidos por el tipo de contrato (funcionarios, por ejemplo) o si realizan una huelga afectan al empleador en aspectos que valora más que los monetarios (por ejemplo los trabajadores de algunos servicios públicos esenciales). Si el sindicalismo de ese sector es corporativo (velará sólo por los intereses de sus afiliados en lugar de los intereses de estos contando el efecto en el conjunto) o ultraradicalizado, es fácil que se utilice ese poder negociador para beneficio de los propios trabajadores de ese sector, aunque perjudique al conjunto y dé igual las consecuencias que tengan las acciones que se lleven a cabo para conseguirlo.

Imaginémonos que hay un sector que si se paraliza hace que millones de trabajadores de otros sectores no puedan llegar a sus puestos de trabajo. Imaginémonos que ese sector es público y los trabajadores de ese sector, categoría a categoría, comparados con sus homólogos, que hacen el mismo trabajo, en el sector privado cobran entre un 30 y un 40% más y trabajan unas pocas horas menos.

Imaginémonos ese sector donde los sindicatos corporativos y pseudorevolucionarios han conseguido ser mayoritarios (imaginando, imaginando, puede que hasta debido a la coacción a los trabajadores que pertenecen a otros sindicatos). En este sector, que no deja de tener sus problemas laborales como en cualquier otro lugar, se utilizan estos problemas para pintar una película de terror. En este sector estos sindicatos convocan una huelga que tiene éxito, sostenida repetidamente afectando a los trabajadores de otros sectores y a los ciudadanos de forma sistemática.

Imaginémonos que en estas huelgas se agreden a los trabajadores que no las secundan, se realizan actos de sabotaje y en el conflicto se agrede a los sindicalistas de otras organizaciones y se rebientan actos de las organizaciones políticas a las que pertenecen los “patronos” de estos huelguistas.

Imaginémonos que la patronal de estos trabajadores asume las reivindicaciones legítimas sobre el derecho al descanso semanal que realizan los huelguistas y que justifican el conflicto y ofrecen la negociación. Imaginémonos que los huelguistas, una vez arreglado el problema de los descansos laborales, se empecinan en querer reducir sus horas de trabajo un 20%, con respecto a las actuales, sin perder poder salarial (grande, respecto al sector privado). Imaginémonos que estos mismos huelguistas, ahora desenmascarada su verdadera intención plantean una huelga.

Imaginémonos que los sindicatos de clase en ese sector mantienen una posición firme que intente maximizar el empleo, que mejore el aspecto de los descansos laborales pero que sea viable para todos.

Por imaginar esta huelga es mañana 7 de octubre…

Mientras los sindicatos de clase salen a la calle ese mismo día, convocando a sus delegados y no a los trabajadores para no provocar parones en la producción en plena crisis y para evitar que sean los trabajadores (por el descuento de la jornada no trabajada) quienes paguen la reivindicación si no es estrictamente necesaria, por descongelar los convenios de los trabajadores del comercio o del lleure que cobran por debajo de los 1000€ (no por los que cobran más de 2.000€ brutos al mes), en contra del despido libre y por la aplicación del Acuerdo Mundial por el Empleo de la OIT para evitar la sangría de puestos de trabajo provocada por la crisis mundial.

Dejando las elucubraciones a un lado. Hay demandas salariales que no son razonables, por mucho que el que pague sea el sector público, no podemos asumir socialmente que un determinado servicio, debido a una serie de huelgas contínuas, cuando los costes salariales por trabajador ya son BASTANTE más altos que en el sector privado se disparen un 20% más, cuando este servicio es deficitario, se mantiene en un 57% por los impuestos y un 43% por lo que paga el usuario de este servicio. Esto va en contra del propio servicio público y su calidad, va en contra de los usuarios porqué o tendrán que pagar más o ver disminuido el servicio o bien gastar más impuestos en mantenerlo.

Hay formas de sindicalismo que ayudan a que el trabajador pueda negociar su fuerza de trabajo con una base más alta (la del convenio) y por tanto compensar el poder monopsonístico del empleador, hay formas de sindicalismo que ayudan a disciplinar el mercado y hacerlo más eficientes. A que los derechos laborales sean para todos y no sólo para unos pocos privilegiados.

El hecho de que el sindicalismo más radical se esconda casi siempre entre los trabajadores que mejor grado de protección tienen, entre aquellos que tienen mayor capacidad de chantajear a la sociedad y a los poderes públicos es significativo. Ese sindicalismo no está en el comercio, ni en la construcción, ni en las miles de empresas de servicios que hay por el mundo.

Por ello, mi corazón mañana estará con los sindicatos de clase que saldrán a protestar por un trabajo digno para todos, por los trabajadores que más sufren los expedientes de regulación. Otros mañana, el día del trabajo digno, seguirán reivindicando peticiones salariales inasumibles, chantajeando al resto de trabajadores, nuevamente, como hace un año, negándose a negociar y forzando a sus compañeros a asumir posturas radicalizadas.

Soc coordinador de la revista electrònica i xarxa de bloggers www.socialdemocracia.org, webmaster de la UGT de Catalunya i militant del PSC.

2 thoughts on “El sindicalismo radical de los privilegiados

Deja un comentario