Jordi Évole nos ha regalado uno de sus irónicos artículos en El Periódico, comparando el procés con un gran culebrón. Resulta paradójico ya que para culebrón el que llevamos viviendo con el intento de “encaje de Catalunya en España”. Ese federalismo prometido.
Su primer capítulo nace antes de la muerte del dictador, cuando las fuerzas democráticas, todas, incluyen el derecho a determinación de los pueblos de España. Desde el exilio es fácil defender muchas cosas, desde el marxismo a la autodeterminación. En la construcción de la Constitución se ideó un sistema que diera salida a las “nacionalidades históricas”, una especie de cosas llamadas autonomías, pero que al final se fueron diluyendo. Para adecuarnos al ritmo de las autonomías más artificiosas (todos conocemos la reivindicación histórica de reconocimiento del pueblo riojano) y para responder a las tensiones recentralizadoras del estado español, que a medida que el cadáver del dictador se enfriaba comenzaban a expresarse (incluso a tiros), el proceso autonómico entró en el congelador.
El culebrón tuvo grandes capítulos el de la LOAPA, las diversas sentencias del Constitucional, los acuerdos de gobierno que dejaban a Catalunya a dos velas, los incumplimientos de inversiones, las negociaciones del peix al cove con el “español excepcional” de Pujol, los acuerdos de financiación “mejores de la historia” que luego se incumplían sistemáticamente, los casi 8 años de socialistas en la Generalitat y en el estado intentando construir un estado federal.
Todos son capítulos y capítulos de un culebrón que empezó antes que el estreno de “Los ricos también lloran” y que aún no ha terminado. Los de “Cuéntame” alcanzaran nuestra época actual y aún no se habrá acabado. Los últimos capítulos están protagonizados por unos chicos con coleta, que se dan besos en los morros y que se llaman “los de la gente” “los comunes” o algo parecido, pero como siempre no va a ningún lado la trama.
Posiblemente “el procés” sea como un serie que empezó muy bien y que tal vez hemos alargado más de una temporada, pero no es un culebrón que lleva 40 años en danza. El culebrón de transformar España para que los catalanes nos veamos reconocidos tiene más años de los que yo llevo vivo, es más viejo y más repetitivo y más poco creíble que parece un mal remake de “Embrujada” con el mismo olor a naftalina e igual de increíble.
Jordi Évole, que es de mi quinta, debería recordar cuál es el verdadero culebrón, si la saga del procés o “Los catalanes también lloran o como reformar España sin lograrlo”.