Tanto en la reforma laboral, como en los debates que se están haciendo alrededor de las medidas para solucionar la crisis, incluso en las que propone mi partido, hay una extraña obsesión por las Pymes y el emprendedor. El debate es tan cansino que incluso algunas personas desde el mundo sindical catalán comenzamos a hablar del debate del “emprenyador”.
Emprendedores
Yo separaría tres versiones de este debate, una está en manos de los que están emprendiendo, personas como Marc Vidal o César Calderón, que realizan proyectos empresariales que tiran adelante, que terminan contratando a terceros, de personas como Jéssica Fillol que se atreven con proyectos muy presenciales de autoempleo o de Salvador Duarte que preside la CTAC, la mayor asociación de autónomos de toda Catalunya (por más que le pese a alguna patronal). Estos exponen sus necesidades, sus dificultades para crear empresas, los problemas para acceder al crédito o las increibles burocracias a las que se enfrentan. Este es el mensaje bottom-up de quien está intentando crear riqueza de forma real y palpable.
Pensamiento botigueta
La otra es el pensamiento botigueta. Cuando escucho al presidente de PIMEC hay algo que me perturba. Mientras a los anteriores hablan de como se enfrentan a problemas burocráticos y reales, están pensando en crear empleo, o a los de Foment les oigo en una dialéctica de negociación y de reconocer los intereses de los trabajadores y a los sindicatos y que de esa negociación puede salir algo bueno, al president de PIMEC (y a más de algún “autónomo” y pequeño empresario ya aposentado) solo le oigo quejarse de lo mucho que abusan sus trabajadores de ellos, de los grandes derechos que tienen sus trabajadores y que tienen que pagar muchas cosas (vacaciones, bajas laborales, permisos de maternidad… y oh! impuestos). Que no pueden acceder a subvenciones y ayudas, que están compitiendo contra malvados empresarios grandes (de esos con sombrero de copa y puro) y malvados sindicalistas de llave inglesa en mano que les imponen condiciones draconianas.
En el fondo quieren seguir pensando en la empresa como una organización paternalista donde ellos de forma benévola ya distribuirán la riqueza y organizarán el trabajo, en lugar de un acuerdo entre partes donde hay un marco legal que indica lo que se puede o no hacer. Niegan el conflicto social y de intereses, y si pueden niegan la competencia y se esfuerzan en tener ventajas competitivas burocráticas (dificultar el acceso a nuevos empresarios, regulaciones para evitar que las empresas medianas y grandes copen mercado, regulación de horarios comerciales, poder contratar a peor sueldo y con menos derechos , etc..) o acceder a ayudas y apoyo de la administración que en mejorar la productividad y su competitividad.
Pensamiento mágico
El tercero es el pensamiento mágico. Que es el que tenemos cualquiera que no hayamos gastado dinero para emprender empresarialmente y no hayamos analizado el fenómeno de una forma un poco seria. En general es el de muchos los políticos y quienes están construyendo el discurso oficial. Quien tiene el pensamiento mágico cree que la solución a los problemas económicos está en los emprendedores, escucha a estos en su versión “botigueta” y se dedica a crear las ventajas que estos le piden. Por ejemplo, la reforma laboral y algunas de las alternativas que se han oído, forman parte de este pensamiento mágico: ventajas en la contratación a pequeñas empresas y microempresas, el absurdo contrato de emprendedor, capacidad de descolgarse de convenio sin negociar con sindicatos para microempresas (las empresas medias y grandes tienen que negociar al haber representantes sindicales electos en ellas), etc..
Pero no se centra solo en esto, las cámaras de comercio, núcleo donde se agrupa la mayor acumulación de pensamiento botigueta del país y sus diversas organizaciones y asociaciones han presionado a políticos de turno para crear proyectos urbanísticos absurdos. Desde la miríada de aeropuertos que iba a potenciar una industria inexistente, pasando por boulevares comerciales que supone que iban a atraer millones de consumidores, llegando a inversiones en infrastructuras de todo tipo (estaciones de alta velocidad, autovías a la nada más absoluta, zonas portuarias sin base real que la sustente). Keynes se removería en su tumba, ya que él nunca habló que la obra pública crearía riqueza por sí sola si realmente no había oportunidades de crecimiento y negocio detrás.
El despilfarro está ahí, en esa obsesión por el “emprendedor” y por hacer caso a los cantos de sirena de estos en su versión “pensamiento de botigueta”, que cayeron en la cabeza del político de turno con pensamiento mágico. En esas obras absurdas, no en invertir en educación o sanidad.
Con esto no cargo contra algunos proyectos que eran necesarios, bien realizados y que han ayudado al comercio de barrio, que realmente han facilitado la creación de riqueza y que esta creación ha ayudado a pagar esa inversión. Obras como la línea del AVE hacia Francia son de lo más esenciales, y sigo creyendo y apostando que el corredor Mediterráneo es lo más esencial en lo que tendría que invertir ADIF.
Tampoco quiero cargar contra todo empresario cuya empresa sea de tamaño pequeño, lo que dicen sus representantes suele ser la voz de quienes más tiempo llevan en el sector más tiempo y capacidad tienen para poder moverse para actuar como lobbye sobre los políticos. Los delegados sindicales que han de ser elegidos por sus compañeros en los centros de trabajo, y la representatividad nace de ser mayoritario en empresas del sector. Por tanto los sindicalistas por narices están vinculados a empresas que están activas, tienen una vinculación con sus compañeros muy fuerte (más del 98% de los delegados están dedicados de forma parcial con menos de 15 horas mensuales al sindicalismo, el resto del tiempo están en su puesto de trabajo, el 99,9% de los afiliados a los sindicatos no son “sindicalista” ni a tiempo parcial, ni completo), y por narices eso se traslada a toda la estructura y toda la organización. Los “liberados empresariales” en muchos casos ni son empresarios en activo, son seniors que en su momento hicieron actividad empresarial y tienen cierto prestigio entre los pocos asociados a las asociaciones empresariales, sus bases están poco extendidas entre el tejido empresarial (tasas de asociación inferiores en un orden de magnitud a las tasas de afiliación a sindicatos, para entendernos, 10 veces menos representativos que estos), y de forma muy desigual en sectores.
Tampoco quiero cargarme a las organizaciones de empresarios de pequeñas empresas, hacen lo que pueden, defienden sus interese como mejor creen. Son los incentivos que genera el sistema, una clase política (y ojo, esta responde también a la media de exigencia de la ciudadanía) que está poco formada en temas económicos y socioeconómicos y que de hecho responde a un pensamiento mágico que está bastante extendido entre los ciudadanos, un sistema que ha fomentado el clientelismo.
De este pensamiento botigueta no se escapa tampoco las escuelas de negocio de “élite” es leer los artículos en La Vanguardia del ilustre profesor de IESE, don Pedro Nueno y es retrotraerse a los años 80 del peor tatcherismo versión cañí. Más pensamiento botigueta con un poco de lustre académico.. Al parecer en algunas escuelas de negocios dan una mezcla de corporativismo y anarcocapitalismo que sí me recuerda a los empresarios de puro y sombrero de copa.
En un próximo artículo explicaré porqué este tipo de pensamiento y obsesión por el emprendedor “botigueta” y el pensamiento mágico ha sido nefasto para las economías más dañadas en el empleo de la UE.
José, comparto en gran parte tu exposición. De todos modos, tenemos el país que tenemos, y con eso tenemos que salir adelante. Aqui el cooperativismo y el sumar no está muy bien visto (al menos de facto, por que en el discurso claro que todos lo dicen). Tenemos un problema cultural. Las empresas, no sólo no crecen, si no que se hacen pequeñas tradicionalmente por escisiones de las mismas. Vease el ejemplo de los famosos “Carrossers d’Arbúcies”, que son cuatro empresas que en los inicios era una que se fué desmembrando por que trabajadores se iban a montar su pequeña parcelita de poder. En Catalunya, nos gusta mandar… Lejos de agruparnos, nos gusta más ser cabeza de ratón que cola de león… el problema es que en la selva, los ratones sobreviven poco, y los nuevos mercados ultraglobalizados no son aptos para ratones.
De todos modos, la misma critica la podríamos hacer mirando a los ayuntamientos, donde lejos de cooperar entre ellos para el beneficio mutuo, más allá de en el discurso, siguen pareciendo reinos de taifas o condados donde el sheriff impone su criterio, sin coordinarse con el sheriff de al lado.