Un comentario reciente en mi blog ilustra un argumento que se utiliza en contra de la independencia de Catalunya. Se viene a decir que Catalunya separada de España y aún entrando en las mismas instituciones internacionales a las que ahora pertenece España, tendría menos valor político que ahora y menos peso económico y por tanto conviene que Catalunya siga con España para mantener las ventajas de pertenecer a un “estado grande y más poderoso”.
Es evidente que Catalunya independiente de 7 millones de habitantes tendrá menos peso en las instituciones internacionales que una España de 47 millones. Lo que es más cuestionable es si la parte proporcional de “peso político” de los catalanes será mayor o menor. Si la suma de España-B de 40 millones de habitantes y Catalunya de 7 millones tendrá menor peso o mayor.
En la esfera internacional un montón de órganos institucionales no son proporcionales a la población (como el consejo europeo o el propio plenario de la ONU), sino que el hecho de ser nación reconocida o miembro de la UE te hace tener una voz y un voto. En los órganos que son proporcionales a la población como el Parlamento Europeo, en el caso de que una hipotética Catalunya independiente fuera admitida, tendría un peso proporcional. No hay una economía de escala institucional que beneficie tener más ciudadanos cuando eres un país de tamaño medio como España. O eres tan grande como Alemania que haces valer tu peso poblacional en la UE, o eres una superpotencia mundial para hacerlo valer en las instituciones internacionales. Ser de tamaño medio en la UE como España, no aporta mucho valor, y menos aún en la esfera internacional.
Pero, ¿y la economía? ¿no será mejor ser grande para atraer inversores y conseguir exportar?
Por otro lado el argumento se orienta al peso de la economía. El argumento viene a decir que siendo un país de 7 millones tendremos menos valor y por tanto menos empresas invertirían. Hay una especie de extraño argumento que intenta relacionar que “ser grande” aporta ventajas. El argumento relaciona “el poder” en bruto con la competitividad económica. Según ese argumento China deberías ser la economía más poderosa del mundo, y no lo es ni entre la de sus vecinos inmediatos (aunque el PIB de China hace pocos años que ha superado al de Japón, el PIB por cápita, o sea la capacidad de generar riqueza por habitante, está muy por debajo de algunos de sus vecinos como Japón o Corea del Sur).
La evidencia empírica, los pequeños juegan con una ventaja poco significativa
Centrémonos en nuestro rincón del mundo, a los países que más nos parecemos, los de la famosa UE-15, ¿son los países más grandes los que más riqueza generan? ¿es al revés?.
Seleccionamos los datos de PIB por cápita de Eruostat, los ponemos en correlación con la población y tenemos la siguiente gráfica.
Aunque hay una correlación entre tamaño y riqueza, a favor de los países más pequeños, esta correlación es muy poco signficativa. Hay países con mucha población como Alemania o Reino Unido que generan bastante riqueza y hay países pequeños como Irlanda, Austria o Países Bajos que también. Hay países pequeños que tienen un PIB por cápita relativamente bajo como Grecia y Portugal y otros grandes como Italia que también.
Incluyo los mismos datos sin Luxemburgo, que debido a su altísimo PIB por cápita y su tamaño tan pequeño distorsiona el resultado.
En ambos gráficos (con o sin Luxemburgo) se puede ver que de haber alguna correlación, es que los países con menor población tienen un PIB por cápita algo más alto que los de población algo mayor. Aún así, la significación estadística es bajísima. De 0,02 con Luxemburgo, de 0,008 sin él. Lo cuál viene a decir que el tamaño no importa, o tenerlo (el estado) pequeño o grande importa muy poco.
Algo de literatura científica
Al parecer la literatura científica nos dice que la economía de Catalunya no tiene un beneficio especial por pertenecer a un estado más grande.
Hay dos casos de estudio donde el ser pequeño ha demostrado ser una ventaja. El ser pequeño ha sido un factor que ha influido en Dinamarca y Países Bajos para mejorar su competitividad. Pero esa mejora ha venido más bien relacionada con la capacidad de sus instituciones de generar buenos gobiernos durante 30 años que por el mero hecho de ser pequeños. El ser pequeños fue un factor más dentro de los factores que permitieron adaptar sus instituciones para ser competitivos, no es determinante por si mismo.
Modelos más generales sobre la riqueza de las naciones y su tamaño, indican que existe un trade-off entre los beneficios de tener un estado grande que garantice ciertos derechos (el de la propiedad, la capacidad de generar capital social) y diversos costes políticos de ser grande y gestionar la diversidad de preferencias de los ciudadanos:
Successful countries create conditions for high productivity in the economic sphere by enforcing property rights and providing social overhead capital and at the same time minimize political costs by creating a system of rules that reduce influence costs and allow for diverse preferences. Countries also need an effective military apparatus to protect their wealth from predation by other countries
Estudios históricos sobre la evolución del tamaño de los estados más exitosos indican que la tendencia en el siglo XIX fue hacia un aumento del tamaño de los estados, pero para el liberalismo económico del siglo XX los estados han ido adoptando un tamaño menor.
Siguiendo por la vía historicista, la ampliación de la democracia y la integración en mercados económicos más abiertos (como los que forma la UE) provocan procesos de secesión. Posiblemente porqué los beneficios económicos de “ser grande” se consiguen mejor a través de la integración económica en mercados internacionales y la extensión del liberalismo económico. Así que el trade-off entre los beneficios de ser “grande” para acceder al comercio internacional y el coste de tener poblaciones heterogéneas con preferencias diversas juega a favor de hacerse pequeño.
De hecho lo que sí parece es que hay una correlación entre la abertura a los mercados y tener un sector público más activo y el tamaño del país. Los pequeños compiten perfectamente con los grandes al abrirse rápidamente a los mercados internacionales.
Conclusión, la economía catalana no se beneficia por estar asociada a un “estado más grande y fuerte”.
La economía catalana y su competitividad internacional no serán peores por estar en un estado más pequeño. Las ventajas de “ser grande” en una economía abierta ya no son evidentes. Si una hipotética Catalunya independiente se logra integrar en las instituciones internacionales en las que ahora pertenece España, la capacidad competitiva catalana será tan buena o tan mala como los catalanes podamos hacerla. La experiencia de algunos países de la UE indica que ser pequeño les ha supuesto una ventaja y existe una pequeña correlación entre ser pequeño y la creación de riqueza pero no es significativa. No podemos esperar tampoco lo contrario, que por construir un estado más pequeño eso vaya a aportar más competitividad de por sí.
Catalunya podría seguir el camino de Dinamarca o de los Países Bajos, o estancarse como Grecia (que tiene una población algo más grande pero comparable). El primer paso está en poder disfrutar de las ventajas de integrarse en mercados internacionales y por tanto es más clave ese factor que ningún otro. Aprovechar las muy pequeñas ventajas que puede tener Catalunya por ser pequeña pasan primero por conseguir participar en las instituciones de los mercados internacionales y europeos. De ahí que el reconocimiento internacional juegue más de lo que algunos queremos creer.
Lo que sí es que no hay ningún motivo para argumentar que la economía catalana se beneficia de estar en un estado más grande. Los beneficios o perjuicios que pueda tener la economía y la competitividad catalana por formar parte de España vendrán por otra vía, y forman parte de otro debate, pero en este caso el estar asociados a un “gran estado fuerte” dejó de ser una ventaja en el siglo XX con la extensión del liberalismo económico. La política económica de las cañoneras que rigió el siglo XIX hace tiempo que dejó de ser vigente.