Con la convocatoria de huelga de trabajadores de AENA, anunciada a tiempo y forma, sometida a la ley y por tanto con sus servicios mínimos que decretaría el gobierno por ser un servicio esencial, han saltado las alarmas y las opiniones de forma alegre.  La reacción generalizada era ir en contra de los huelguistas y los sindicatos ya que muchos desean anteponer los derechos del consumidor (viajar en avión, algo legítimo y que queremos que la gente pueda hacer porqué fomenta la economía y la libertad de ocio) a los derechos fundamentales como el de huelga y los derechos laborales.

A los sindicatos convocantes (UGT, CCOO, USOC) les han llamado los siguientes apelativos “terroristas, secuestradores aéreos, que convocan la huelga por la publicidad, que luchamos por los privilegiados, saboteadores de la economía” y un siguiente etc..

Ahora, al parecer hay un preacuerdo entre sindicatos y AENA, que ha de ratificar la plantilla y que significaría que no se realizarían las huelgas previstas. Eso ha provocado otro conjunto de reacciones: “los sindicatos son unos traidores, vendidos que no pueden hacerle un conflicto al gobierno que les paga, cobardes”, etc…

O bien los sindicatos se movilizan para atemorizar a la población y conseguir publicidad o bien no se mueven porqué los compran.

Todo excepto el mensaje más sencillo, el que si no creyéramos que todo se mueve por oscuros intereses es al que recurriríamos:

Los sindicatos han planteado un conflicto en una empresa porqué temen que al privatizarla los trabajadores pierdan derechos y vean menoscabadas sus condiciones laborales y cuando la empresa les garantiza sus demandas desconvocan la huelga.

Esa que es la explicación más sencilla, mejor descartarla ya que no se adecúa al relato de los sindicatos terroristas o traidores que algunos les encanta dibujar.