Uno de los errores en política (también en el análisis militar, del que es el que bebe la terminología) es confundir la operativa táctica con la estrategia. En general los debates políticos se fijan mucho en lo primero y dejan a un lado lo segundo. Creemos además que un “buen político” es aquél que muestra una gran operativa táctica, aquél que resuelve bien un debate, logra aprobar una ley contra todo pronóstico o mejora sus perspectivas electorales, pero esa es una dimensión pobre de la política, la clave y esencial es la estratégica.
Pensar más allá de la batalla inmediata, del movimiento que tienes que hacer empujado por los acontecimientos, buscar que quieres hacer con tu fuerza y como mejorar tu posición para llevar a cabo tus objetivos políticos es algo más importante. Algunas veces hemos visto políticos con visión estratégica. La “conquista” de Barcelona por parte de Trias solo se pudo hacer de forma sistemática y estratégica, después de hacer mucha mili en la oposición, comenzar a creer en la ciudad y laminar los que tenían la posición predominante. De hecho tuvo que ser así, porqué fue Maragall y el PSC los que pensaron el poder municipal y el proyecto de ciudad de forma estratégica y no coyuntural.
Pero este tipo de análisis quedan muy en segundo plano. Es más visible la operativa táctica. Así es como entró Colau en el ayuntamiento de Barcelona, ya que Trias tenía una estrategia para conquistar la ciudad, pero ninguna para gobernarla y marcar la diferencia con sus antecesores. También es más espectacular, levanta más pasiones, y más interesante para los medios el saber qué vas a hacer inmediatamente con quien vas a pactar y con quien vas a ir de la mano en este momento.
En el caso que quiero tratar hay un debate en el que nos estamos centrando en exceso en la operativa táctica y no tanto en la estrategia. Ahora estamos debatiendo si ha de ser Puigdemont el President del (sí, nuevo) Govern que salga del actual Parlament electo, a toda costa y de todas las maneras, o si no, incluso repetir elecciones o si él no lo puede ser que lo sea otro candidato independentista.
Si lo dejamos así parece casi un debate de traidores y patriotas. De aquellos “que quieren cargarse a Puigdemont” y los que quieren defenderlo. Un debate que además no nos lleva a ningún lugar, ya que detrás de la discusión operativa estamos dejando a un lado más que la persona un “para qué”.
El para qué, depende sobretodo de la estrategia que debemos seguir. La estrategia “patriótica” (leer mi artículo de patriotas y traidores para entender esta terminología) es creer que podemos volver a la situación del 3 de octubre, momento en que teníamos el máximo de fuerzas para poder iniciar la ruptura democrática en Catalunya, y para volver a esa situación pasa por la restitución del Govern legítim y al President Puigdemont. En este caso la prioridad número 1 es la restitución de Puigdemont, aunque intentarlo a toda costa y no conseguirlo signifique perder la posibilidad de hacer un gobierno independentista. Por ello, Puigdemont ha de ser President sí o sí, y los consellers ser todos restituidos, y cualquier alternativa a ese objetivo es una negación de la posibilidad de volver al 3 de octubre y un acto de traición y obediencia al 155.
Para que esta estrategia pueda funcionar implica que de alguna manera u otra es que en un plazo relativamente corto (menos de una legislatura para entendernos) podremos realizar la ruptura democrática y poder derrotar el 155 y ejecutar la República. Podemos discutir la viabilidad de esta via estratégica, ahora no entraré, pero como mínimo podemos poner un foco del debate en lo que realmente estamos discutiendo.
En cambio la estrategia de los “traidores” (en los que me incluyo) es creer que no podemos volver a la situación del 3 de octubre (es más, yo soy de lo que cree que el 3 no podríamos haber hecho la ruptura democrática), que tenemos que hacer un repliegue y comenzar a reconquistar derechos y espacios políticos, pararnos a analizar que nos ha faltado para poder hacer la ruptura democrática e ir a por ello. Que esta legislatura no será la de la ruptura y que ha servirnos para forjar las bases para hacerlo en un futuro. Para ello lo prioritario es ocupar espacios de poder (ya que sin ellos, toda acumulación de energías y mejora de la correlación de fuerzas será más difícil) es prioritario. Que defendernos del 155 y reconstruir las filas y nuestra capacidad de acción es la prioridad número 1. Sea con Puigdemont y el Govern legítim, si es posible, pero si no, lo prioritario es hacer un nuevo Gobierno.
Podemos discutir también la viabilidad de esta estrategia, pero al menos ponemos el foco el debate en algo estratégico y no tan “operativo”.
Al final aún no hemos resuelto si la estrategia que seguiremos es la de traidores o patriotas. Y mientras no lo hagamos, en esta tesitura, pondremos el foco en la “operativa táctica” y los nombres, algo que degrada el debate y no nos hace actuar como adultos.