Las personas tenemos muchos mecanismos con los que cortocircuitarnos y generarnos límites absurdos e innecesarios. Incluso cuando son terceros los que nos condicionan y nos intentan limitar, en el fondo, excepto en casos de dependencia económica o vital, somos nosotros quienes los permitimos. Hay situaciones donde se nos han generado dependencias emocionales inducidas en las que aunque ha habido un actor al final somos nosotros los que podemos cortar con ellas y poder romper los circuitos limitantes.
La vida está llena de grilletes de papel, que no rompemos simplemente porqué no lo intentamos. Hay pensamientos autolimitantes, aprendidos, miedos que no tienen fundamento. Argumentos que nos autorepetimos para no hacer o pensar o decir. Condicionantes que no lo son tanto. Envidias, comparaciones, sentimientos inducidos, que no nos son propios y que condicionan que hacer o no hacer. Todo eso nos lo repetimos hasta la saciedad y al final hemos construido un grillete de papel que nos limita sin saber ni tan siquiera que son grilletes imaginarios.
Incluso cuando esos grilletes vienen inducidos por terceros o situaciones sociales, nosotros los magnificamos o permitimos que haya esos terceros que nos condicionen, más allá incluso de lo que esos terceros querrían. Somos nuestro principal aliado y nuestro principal enemigo. El no conocernos, no saber nuestros límites, carecer de empatía hacia nosotros mismos a la vez que a los demás nos llevará a una vida de parálisis, de miedos, de fobias sociales irracionales. Nos hace más infeliz.
Hay otra clase de grilletes de papel que te impiden disfrutar de las personas, cuando eres incapaz de ver la parte positiva de alguien y no aprovecharla de forma constructiva. Viejos enemigos y viejas rencillas condicionan comportamientos que no benefician a nadie. ¿De que sirve prolongar un conflicto cuando ya no beneficia hacerlo? El perdón no es solo una cuestión espiritual, es una manera de poder avanzar, superar los hechos, poner precauciones para protegerte pero a la vez ser constructivo.
La prepotencia o egos desmesurados también son enormes grilletes. Por un lado no permiten aceptar que otras personas aunque no sean extraordinariamente inteligentes tienen cosas a aportar y por otra te impiden conocerte a ti mismo. Los egos desmesurados con autoestimas bajas son la peor de las cegueras. No puedes romper los grilletes de papel ya que tendrías que asumir que estás muy abajo. Aún así, no dejan de ser grilletes de papel, más fáciles de romper de lo que parecen.
Forma parte de esos grilletes de papel falsas creencias que tenemos de nosotros. “No soy atractivo” “yo siempre he actuado así” “soy demasiado inteligente para”. Una muy falsa autoimagen y falsas creencias de lo que somos son de los grilletes de papel más inútiles que existen.
Otros grilletes de papel perversos son las dependencias emocionales, a veces inducidas por relaciones tóxicas, otras producidas por tus propias debilidades. No puedes expresar un cariño sincero a nadie del que tengas dependencia. Es el grillete de papel más perverso. Si es inducida (hay perfiles narcisistas que generan estas dependencias en terceros) demuestran la gran debilidad de ambos, las relaciones serán insinceras, los sentimientos más bien muestras de displacer (quiero hablar con esta persona para calmar la ansiedad de no verla) que de placer real. Pero es de doble sentido, el generador de la dependencia no puede crear una relación sana, espera las muestras de dependencia para satisfacer su narcisismo y su necesidad de cariño. Y aunque parezcan grilletes de acero, estos son grilletes de papel que con solo intentarlo se rompen.
En relaciones colectivas también hay grilletes de papel. Nos puede dar miedo luchar contra las espirales de silencio en las organizaciones o en los movimientos políticos. Plantear ideas distintas, innovadoras, que plasmen otra forma de hacer las cosas puede causarnos pánico y miedo al rechazo. Pero eso son grilletes de papel. Ideas autolimitantes que no están fundadas en nada racional.
Los únicos grilletes sólidos son aquellos que seleccionamos voluntariamente, aquellos de los que somos conscientes y que libremente escogemos ponernos. Si decidimos no traicionar a los amigos, no engañar a nuestra pareja, ser sinceros con nuestro entorno. Si decidimos no aprovecharnos de los demás, si decidimos que nos importa más que sentimientos dejamos en terceros que la imagen que proyectamos, eso son acciones nacidas de la más pura empatía y la voluntad. Son límites conscientes, sólidos, que decidimos escoger. Los límites inconscientes, los grilletes de papel duran lo que dure esa inconsciencia.
Los grilletes de papel tienen un poder desmesurado, nos limitan, se los ponemos a los demás para condicionarlos, nos lo ponen terceros, pero especialmente nosotros mismos somos los que nos vamos limitando y condicionando de forma innecesaria. Romper esos límites inconscientes, ese poder que terceros y nosotros mismos nos imponemos de fuera para no ser felices forma parte de la madurez personal. Aprender que los únicos límites que debemos aceptar, más allá de los obvios por las limitaciones materiales y físicas, son los que escogemos libremente con la intención de no pisotear a los demás, de hacer de nuestra vida y nuestro entorno personal un mundo mejor es algo que forma parte de nuestro viaje vital.