Cuando 2,3 millones de personas practican la desobediencia civil como los 2,3 millones de catalanes han hecho este domingo, es un resultado que no se puede cuestionar. La soberanía no se debate o se discute, se ejerce. Cuando 2,3 millones de personas deciden que pasan totalmente de las autoridades del estado español y ejercer su derecho a participar a pesar de las amenazas (en algunos casos directas) de los poderes del estado español es que somos soberanos.
Hay pobres de espíritu que hablan de que al no haber consecuencias legales (al menos hasta ahora) y no haber secuestrado las urnas no ha habido desobediencia civil. La desobediencia civil es un riesgo, no una certeza, riesgo porqué asumes que te pueden aplicar todo el peso de la ley y confías en que la masa que ejerza esa desobediencia civil sea tan grande que las consecuencias legales sean mínimas. Asumir el riesgo es asumir una acción de desobediencia civil. Si luego el estado español no puede aplicar sanciones a los 40.000 voluntarios, a los representantes políticos o secuestrar las urnas porqué el pitote político es aún peor es porqué los desobedientes hemos triunfado. No porqué no hubiera desobediencia civil.
Ya somos soberanos. 2,3 millones de catalanes hemos ganado ese derecho para el conjunto del cuerpo social catalán. El futuro está en nuestras manos. No está en las de Rajoy o las de Pedro Sánchez, ni en las de Pablo Iglesias. Ni en las de ningún poder exterior. Somos soberanos y hemos dejado claro no sólo que desobedeceremos al gobierno de España para montar otra consulta o unas plebiscitarias cuando queramos sino que vamos a ejercer esa soberanía de forma clara y a través de mecanismos más garantistas en el medio plazo.
Lo del argumento del 30% del censo (los 2,3 millones) es bastante divertido. Los catalanes que votan, en el mejor de los casos son 3,5 millones, 1,8 millones de votos del Sí-Sí son garantía de ganar toda votación que exista con mayoría absoluta. El famoso 50+1 que hubiera sido ganador en los referéndum de Escocia. Es ganar unas plebiscitarias, es garantizar una victoria independentista cuando se quiera. Tal y como se demostró en las últimas europeas. Quien quiera creer los datos de intoxicación del 30% del censo, como si una manifestación con urnas se midiera en porcentajes de participación.
Y recuerdo que es esto del 9N. Una manifestación con urnas. No se puede trasladar el resultado del proceso participativo a un referéndum de verdad, con garantías y con consecuencias legales.
Aunque se haga una traslación a unas plebiscitarias (suponemos que todos los que votaron el 9N a favor de la independencia también lo harán en cualquier otra elección y ese es el suelo de participación del independentismo), tampoco eso significa que el independentismo tenga la hegemonía.
Recordemos 1,8 M de votos más o menos son los que votan independencia en cualquiera de las circunstancias, y la participación máxima es de 3,5 millones de catalanes, eso significa un margen muy pequeño para la independencia. Nos guste o no, el 50+1 no va a conseguir la independencia. El 49 o 45 restante puede ampararse en el statuquo. Quien se quede en que somos “más” y punto se equivoca. El independentismo ha de ser aclaparadoramente mayoritario para conseguir sus objetivos. Porqué si quiere ganar o ha de demostrar de forma muy continuada en el tiempo que gana todas las elecciones o bien ha de ganarla con suficiente respaldo para hacer los cambios.
Puede que sea injusto, pero la independencia intenta cambiar el sistema, y no se logra cambiar el sistema sin mayorías sostenidas. Recordemos que el partido independentista escocés ha tenido mayorías holgadas de forma sostenida antes de conseguir el referéndum.
Sea la vía por la que podamos conseguir la independencia necesitamos un apoyo sostenido en el tiempo. Y eso el 50+1 de hoy no lo garantiza.
Así que se abre un nuevo escenario donde ya dejaremos de hablar de soberanía, esta la hemos ejercido y la ejerceremos en serio cuando creamos que lo hemos de hacer. Sino que hablaremos de independencia de forma más seria. Y seguramente el debate se enriquezca.
Somos soberanos, es indiscutible, ¿ahora sabemos si queremos ser independiente? Segundo capítulo de este proceso.