Hay personas, más de las que creemos, que en algunos momentos en los que hemos de afrontar contradicciones internas y choques cognitivos o emocionales fuertes nos hemos escondido bajo un cubo, ignorando las señales externas que nos generan contradicciones y nos hemos aislado de toda fuente de distorsión cognitiva y emocional.
Es una reacción defensiva ante elementos que nos llegan a saturar y que para afrontarlos necesita que hagamos cambios, evolucionemos, demos un salto y crezcamos. Es doloroso ya que nuestra propia autoimagen y por tanto nuestra identidad está en juego. Pasa en la vida personal, pasa en la vida laboral, pasa también en la política. Sentimientos que negamos, emociones que obviamos, problemas por los que pasamos de puntillas, personas y situaciones de las que huimos sin resolver los conflictos.
Entiendo esa postura porqué cuando he tenido que darle una patada al cubo y salir de mi ensimismamiento y afrontar los sentimientos y emociones de cara hacerlo es bastante duro y me ha cambiado. Aniquilar tu autoimagen y exponerte ante ti mismo tus debilidades y contradicciones es un proceso constructivo y de crecimiento, pero no exento de dolor y sufrimiento.
En política también hay emociones y sentimientos, nos apegamos a elementos que definen nuestra ideología e identidad política. Somos seres que creamos relatos de nuestra realidad para poder encajarla en nuestro interior y en política también. Estos últimos años han acabado destruyendo numerosos cubos y búnkeres, todo aquél que ha afrontado de cara la política y no se ha escondido le ha hecho cambiar a nivel político.
Muchos hemos tenido que abandonar viejas creencias, viejas formas de pensar y afrontarlo de cara. Cada uno en momentos distinto se ha caído del caballo de la ambigüedad (que no quiere decir que cada postura pueda tener cientos de matices y colores) y hemos arrojado fuera de nosotros el cubo donde estábamos seguros, pero a la vez ciegos a nuestro entorno. Algunos se les ha caído los colores de un falso demócrata como C’s y el PP que han decidido que la vía de la represión, la imposición de la fuerza, la negación del otro, el aplastamiento de la minoría y la violación de derechos fundamentales es correcto, ya que antes de demócratas son defensores del establishment.
Otros han ido cayendo poco a poco del lado que esto es una confrontación de dos formas de entender la democracia, una que se basa en la lectura cerril y obcecada de la ley, considerando que la legitimidad de esas leyes es aún más importante y la importancia de la voluntad de los pueblos de autogobernarse (la base de la soberanía nacional que crean las constituciones el reconocimiento del demos como un cuerpo social soberano, no al revés). Los últimos en caerse han sido los “Comunes” de Catalunya y España, cada uno con diversos matices, pero se oponen, sin matices y sin dobleces a la represión del gobierno español.
Pero hay unos cuantos que siguen con la cabeza en el cubo. Especialmente en la órbita del PSOE con el caso más extremo de cubos encajados son algunos de los que se sienten próximos al PSC.
Su vivencia es emocional. Ante los hechos que se están viviendo en Catalunya hay dos tipos de reacciones: están aquellos que ante la flagrante violación de derechos fundamentales se dejan de ambigüedades y se ponen del lado de los que que sufren esa represión. En general estas son personas menos politizadas del entorno socialista o más jóvenes. Su apego ideológico a un proyecto político concreto y a una forma de describir la realidad es más débil y por tanto no sufren tanta disonancia cognitiva.
Pero entre los más politizados o más mayores la reacción es a la inversa. Reaccionan con terrible incomodidad ante lo que están viendo (y no es solo una incomodidad ante los hechos, sino que la sienten muy en lo personal), si les confrontas con sus contradicciones saltan con mucha ira o huyen, están contínuamente midiendo sus palabras para no parecer que apoyan a un indepe, pero tampoco al PP. No fluyen, están atrapados y buscan cualquier excusa para poder justificar su ensimismamiento. Me recuerda a como se esconden algunas personas que se ven obligadas a confrontar sus contradicciones internas y sus sentimientos y no tienen recursos para ello, lo que hacen es un mecanismo de negación y huida.
El hecho para mi más remarcable es ver como se agarran a un clavo ardiendo en el PSC sobre los “insultos” que reciben algunos de sus alcaldes (mientras algunos de sus propios alcaldes están amenazados por fiscalía por facilitar poner urnas). Ni esos insultos son tantos como dicen y es bastante habitual (lamentablemente, pero no debería ser novedad) en la política local casi por cualquier motivo. O la victimización porqué les ponen carteles o les pintan la sede. Las sedes de los partidos y de entidades son pintadas de tanto en tanto, también las independentistas y nadie hace victimismo de ello. Trabajo en un sindicato y cada par de semanas alguien nos ha pintado la sede. Estos hechos no deberían ser aceptables, pero comparar un vandalismo de muy baja intensidad con la represión de derechos fundamentales y las manifestaciones neofascistas contra el derecho a decidir para poder justificar el “many sides” como Trump con las manifestaciones neonazis en EEUU son una muestra de su desesperación emocional.
El problema que tienen estas personas es que su mundo hace aguas, su concepción de la realidad hace fallida y sufren una disonancia cognitiva durísima. Su “plan” era que o bien los indepes nos rajaríamos o que el PP nos frenaría en seco con alguna acción opresiva de baja intensidad pero que dejara al gobierno de Rajoy como alguien no dialogante. Ellos creían que en ese escenario su tercera vía sería comprada por todos. Pero en este momento, ellos no pintan nada, su relato no se lo cree nadie, su papel es irrelevante. España muestra su peor cara, el franquismo sociológico y político en plena acción. Algo que lo ven los corresponsables internacionales sin fisuras, algo que lo entienden sus bases electorales, a menos en Catalunya. No entienden como los independentistas aún aguantamos y tiramos adelante, para ellos eso era una improbabilidad matemática, deberíamos haber cejado con nuestro empeño hace meses. No entienden como el estado español puede ser tan represivo.
Pero esta es una historia de choque cognitivo que viene de muy atrás y ellos mismos han estado negándose para seguir defendiendo el statu quo. España es represiva, lo ha sido y lo sigue siendo. Solo que no se habían dado cuenta. Lo era cuando con la ley de partidos (votada por el PSOE) ilegalizó a la izquierda abertzale y cerró Egunkaria, lo era cuando esta misma ley se extendió a una ley antiterrorista que ha servido para encausar y perseguir huelguistas, titiriteros y manifestantes. Lo es cuando ha criminalizado la labor de piquetes con una vergonzosa reforma penal que el actual Congreso ni se ha planteado derogar. Lo es cuando la ley mordaza sigue vigente. Lo es cuando detiene disidentes turcos. Lo es cuando el estado ha creado leyes para limitar derechos en la red. Lo es por la falta de independencia de la justicia, la politización de fiscales y del tribunal Constitucional y con la muy poca pluralidad mediática.
Lo de Catalunya no es más que un ejemplo que España es una democracia de chichinabo y que es incapaz de aceptar la disidencia, encajarla y darle salida democrática. Con los sindicatos pudo, con el apoyo de la misma prensa que hoy ataca a los independentistas, con el ataque de los mismos poderes económicos y políticos que hoy intentan derrotar el procés y con la misma aquiescencia y miradas de soslayo de los socialistas. Con el 15M pudo parcialmente, dejando los restos en un partido político que representa al 20% de los españoles, pero que la ha “institucionalizado” y domesticado. Pero ahora no puede con los independentistas y esto ha terminado atrayendo a demócratas a defender las urnas, personas que no son independentistas pero que ven clara la cara de un sistema represivo con la disidencia.
Todo eso obliga a los socialistas, sus votantes, sus exvotantes, o la gente de centroizquierda de corazón de fuera y dentro de Catalunya a mirarse al espejo, a cuestionar creencias, su fobia al nacionalismo, su creencia en la transición, su creencia en el sistema político (que no en la política) y especialmente su relato de vida política.
Para muchos el cubo es la mejor solución, porqué para salir de él requieren dejar atrás lo que les ha ayudado a definirse políticamente. Y para algunos eso es tan doloroso como dejarse arrancar un brazo.