Disclaimer: Este artículo lo comencé a escribir como una descripción sobre que no solo es el PP, sino muchos otros actores políticos, sociales, jurídicos y mediáticos los que hacen que muchos seamos independentistas. Pero se ha transformado en una declaración oficial de desconexión personal con un mundo y una cosmovisión a la que he renunciado a influir y ni tan siquiera dialogar, y así lo dejo escrito.
Una de los mensajes que intenta dar cierto centroizquierda e izquierda española es que los independentistas queremos crear un estado nuevo por culpa del PP, pero eso es una burda simplificación.
Que el PP sea una de las voces más estridentes de una forma de entender España que nos niega sistemáticamente, no hace que sea la única. Ni de hecho en el fondo la principal para que muchos independentistas queramos crear un estado nuevo.
No es sólo el PP.
Es la traición ideológica del PSOE a un proyecto federal cuando dio muerta y enterrada la España plurinacional de Zapatero.
Es la traición al espíritu de reconocimiento de las nacionalidades que tenía la Constitución Española cuando se hizo la LOAPA.
Son las voces de articulistas que hablan de los catalanes como si fuésemos una tribu de recién contactados a los que hay que tratar como menores de edad.
Son los que escriben y hablan de la convivencia de Catalunya sin tener ni puñetera de ella.
Son los que nos dicen que estamos manipulados por TV3, la Generalitat, la escuela y el espíritu de la Santa Espina, como si ellos no estuvieran aún más manipulados por unos medios objetivamente más sesgados.
Son los que nos hacen juegos con los números como Josep Borrell o Angel de la Fuente, que en la “intimidad” se les pilla con renuncios en los que reconocen otros números.
Son los que aún cuando estamos a punto de iniciar un proceso de secesión nos niegan como nación, ni siquiera de preámbulo en un triste Estatut cepillado por una vieja gloria de la transición.
Son mierdas como esta:
Son por tratarnos a los castellanohablantes y a las personas cuyos orígenes familiares están fuera de Catalunya, contínuamente como menores de edad incapaces de defendernos.
Son por decir que tenemos que pensar o votar según donde hayan nacido nuestros padres o nosotros mismos.
Son por los supuestos progresistas que ante una campaña de amenazas y manipulaciones evidentes se han puesto contínuamente de perfil, buscando un falaz punto intermedio entre el amanazante y el amenazado. Sí, va por tí Évole, pero también por muchos otros.
Son por los que se mofan de los catalanistas por decir que creemos que Catalunya es una nación o que queremos ser soberanos.
Son por los que nos obligan a ser españoles de la manera que a ellos mejor se les acomoda en su limitada visión del mundo.
Son los que dicen que somos nacionalistas los que defendemos el único mecanismo que hay ahora mismo para realizar un cambio profundo al sistema.
Son los que siempre se han posicionado con el estatu quo, sean en las huelgas generales, en la lucha del 15M y ahora en la lucha por construir un país nuevo.
Son los que nos han discutido si somos 4 o 400.000 a pesar que las imágenes cantan.
Son los medios que vergonzosamente están con el establishment sí o sí, pase lo que pase, sea la causa que sea.
Son unos tribunales secuestrados por los poderes políticos.
Es una banca que intenta darnos miedo.
Son esos empresarios que amenazan si hacemos huelga o si votamos mal.
Son los que nos dicen que si nos vamos, España hará todo lo posible para impedir nuestro reconocimiento internacional.
Son esos revolucionarios de postín que son incapaces de darse cuenta cuando un movimiento social tiene capacidad de cambio y deciden darle la espalda en lugar de reforzarlo para que el cambio social sea más favorable a sus tesis.
Son esos poderes fácticos que sólo se han puesto a temblar cuando ahora se ven amenazados por una revolución interclasista y transversal.
Son todos aquellos que quieren que España siga siendo ese lugar donde es más fácil hacer negocios en el palco del Bernabeu que montando una empresa exportadora y temen la revolución liberal que no ha llegado aún a España.
Son todos que creen que lo del catalán está muy bien pero si es folklórico, y no son dos o tres.
Son todos esos hegemonistas culturales y lingüísticos, que creen que un estado implica una lengua hegemónica.
Y estos tienen nombre y apellidos, no sólo los más obvios como prácticamente todo dirigente del PP, es Pedro Sánchez y el PSOE, ellos son responsables que la oferta federalista en España apeste. Es Pablo Iglesias cuando intenta hacer campaña por Nou Barris como si fuera Vallecas y nos apela por nuestros orígenes étnicos. Es el PSC que se ha transformado en la herramienta más ridícula de inanidad de todos los tiempos. Es Ciutadans cuando ha intentado fracturar la sociedad por el tema de la lengua. Es incluso ICV que ha perdido todo el catalanismo y opción transformadora en el último año.
Tienen nombre y apellidos los opinadores, cabeceras de diarios, periodistas, blogueros, think tanks y cenáculos que han intentado ridiculizarnos, amenazarnos, darnos miedo, negarnos y por último tratarnos como locos o enfermos. No los diré porqué requeriría demasiados bits.
Son tantos años de gastar energías baldías en un diálogo en que una de las partes nos hemos puesto en las botas de la otra (y si no, hoy el independentismo sería ridículamente bajo) sin que la otra (excepto contadas excepciones, las cuales tendrán mi eterno agradecimiento) lo haya intentado o lo haya intentado muy parcialmente, que reducir el independentismo a una cosa de “pasta” o “mosqueo con el PP” es ridículo.
Y me importa tres pimientos que no lo entiendan. Si para dormir tranquilos quieren creer que somos unos peseteros y unos ciegos que por un gobierno que podríamos echar nos mosqueamos, adelante. Al final ha llegado un momento en que la independencia no solo es un proyecto político colectivo. Es una necesidad personal de acabar con debates espúreos pero inevitables con personas, colectivos, instituciones, partidos e instrumentos legislativos que sistemáticamente ni intentan entenderte.