Por fín el Parlament de Catalunya tomó una decisión respecto a la fiesta de los toros y los correbous en Catalunya. Están prohibidos y esa prohibición de iure, será de facto a final del verano una vez la ley sea vigente y afecte a las plazas de toros y a las fiestas populares del territorio.
No voy a negar que parte de los diputados han votado en contra porqué la fiesta de los toros representa más bien un vínculo con las tradiciones culturales españolas y no dudo que el papanatismo antiespañolista de algunos catalanes les hace rechazar todo lo que huela a español. Algo que es sorprendente con el catalanismo que hay al norte de la frontera franco-española, ya que los catalanistas de allí son aficionados a los toros (es posible ver las plazas de Nimes y Toulousse llenas de banderas catalanas), y a las festividades tan españolas como las sevillanas.
Pero dejando atrás ese papanatismo, yo me alegro de que en Catalunya se haya prohibido la fiesta de los toros. No por el afán de prohibir o porqué los toros evoquen el españolismo. Eso a mí, me importa tres carajos. Lo que me provoca rechazo es que el toro al ser matado en la plaza se convierte su muerte y agonía en un espectáculo. Es una muerte agónica, lenta y dolorosa de la cuál hacemos disfrute y le llamamos arte.
Mientras que a los animales de abastos hemos ido realizando formas de matarlos con el mínimo sufrimiento (porqué además, así, la carne que obtenemos no está tan llena de hormonas de estress y tiene que recibir menos tratamientos y tiene mayor calidad para su consumo), y hemos erradicado formas de diversión que maltratan a los animales (ya no tiramos burros de campanarios, ni los izamos con una cuerda para que mueran ahorcados), perseguimos a los que utilizan a los perros para combates ilegales, y consideramos que la vida animal y su sufrimiento nos importan, hasta el punto de regularlo, seguimos manteniendo algunos espectáculos donde los animales sufren de forma agónica.
No es que sea un bonista de esos que dicen que no debemos maltratar ni una florecita, yo como carne, y no me arrepiento de ello. Pero una cosa es matar y de forma rápida y sin que los animales sean demasiado conscientes de que van a morir (los toros en cambio huelen la sangre de sus congéneres, oyen los mugidos de agonía, y durante muchos minutos se están desangrando y agonizando) y para alimentarnos los humanos, y otra es hacer del sufrimiento un espectáculo. El toreo es eso, una larga agonía transformada en espectáculo. El toro está en condiciones extremas para que salga nervioso y cansado, desorientado. Delante tiene un tipo que le atiza un trapo mientras otros le clavan unas varillas (las banderillas) que le inmovilizan músculos, le cortan nervios y les inician su desangrado que los hace más torpes y débiles. Más tarde unos tipos a caballos les destrozan los músculos de la espalda para que bajen la cabeza y no puedan ver bien, se siguen desangrando, cada vez más cansados y sometidos a mayor presión y acoso, para el final si el diestro es hábil la espada le atraviese la espina dorsal y los deje inmovilizados, siguiendo un desangramiento que poco a poco los mata, sinó, tienen que recibir varias puñaladas en el cuello hasta que cortan la espina dorsal y el toro casi siempre sigue vivo cuando es sacado del corso.
Eso es el toreo respecto al sufrimiento animal, y no incluyo los caballos que se despanzurran cuando el toro logra superar las defensas. Eso es el toreo, y por mucho que lo dibujen de espectáculo, arte y cultura, es igual que los combates de alanos y osos de la edad media que hoy encontraríamos contrarios a nuestra sociedad. Y soy consciente que en el momento que el toreo se prohiba en Europa la raza del toro bravo estará condenada a existir sólo en los zoos, ya que es una raza que sólo produce animales para el espectáculo, sus vacas son menos productivas y más agresivas que las lecheras y de carne, y criar toros bravos es demasiado caro para sólo sacar carne y no animales para el espectáculo. Pero francamente prefiero una raza de animales casi extinta a utilizar la agonía de los animales para nuestro gozo y diversión.
Sí, pero decisiones opuestas para uno y otro. Parece que lo grave no fuera la tortura, sino simplemente si al final el bicho muere o no.