El nuevo secretario general del PSOE está siendo muy criticado porqué ha anunciado que no apoyará a Juncker, el candidato del Partido Popular Europeo, como presidente de la Comisión Europea.
Esto rompería el pacto entre socialdemócratas y populares europeos que facilita el reparto del poder de la eurocámara y de la Comisión. Para algunos el argumento es que esto tiene solo un elemento de gesto político pero sin consecuencias, debilitando la postura del PSOE en el grupo socialdemócrata y excluirá a miembros del PSOE de ser comisarios europeos.
Bien, en ese argumento tienen toda la razón. Cierto. El PSOE tendrá menos sillas y un papel menos determinante en el parlamento europeo como parte del grupo socialdemócrata.
Ahora bien, las lecturas de la eurocámara como grupos de diputados que funcionan con cierta coordinación es bastante irrisoria. Ni tan siquiera los representantes de una misma coalición electoral de un mismo país y que forman parte del mismo eurogrupo votan juntos todo. Los hasta ahora dos eurodiputados del PSC han votado distinto a los eurodiputados del PSOE, a pesar de ir en la misma lista, en más de una ocasión. Eso ocurre con cierta frecuencia en los diversos grupos y los votos en clave nacional son bastante frecuentes.
Cierto es que no apoyar el acuerdo del eurogrupo socialdemócrata y el eurogrupo popular no es disidencia en una votación menor. Cierto es que la decisión de pactar entre PPE y el PSE no es tampoco una decisión muy sostenible. Seguramente en una lectura de países ricos acreedores se entienda. Gran coalición, estabilidad, defensa del statu quo. Por otro lado el argumento de que esto ayuda a la construcción política europea también tiene su peso.
Ahora bien, desde la perspectiva de países pobres y deudores esta alianza es demoledora. Ni nos interesa mantener el statu quo europeo, ni nos interesa que se perciba que no hay alternativa a la política europea, ni a la izquierda del sur de Europa le interesa parecer parte del problema y del statu quo en lugar de parte de la solución.
Y eso es lo que hace el pacto. Trasladar al centroizquierda del sur de Europa al pacto que beneficia principalmente a los intereses políticos de los países acreedores bajo la excusa de la construcción europea. Sí, Martin Schultz es genial, pero con el pacto que ha llegado no necesita los votos de los socialdemócratas españoles, portugueses, italianos, irlandeses o griegos para salir como presidente del europarlamento. Ni tampoco Juncker.
Es muy caro condenar al centroizquierda del sur de Europa a no ser capaz de reivindicar políticas más radicales que las que defiende un PSE en una gran coalición con el PPE. Porqué ser socialdemócrata hoy en el norte de Europa es fácil, defender políticas socialdemócratas en el sur de Europa hoy por hoy requiere cuestionar elementos que hasta hoy no nos cuestionábamos. Como pagar la deuda, facilitar que la banca acreedora europea se coma un bail-in o un bail-out de la banca deudora europea sin que haga estallar por los aires el sistema bancario europeo, que el BCE siga con las políticas proinflacionistas en contra de su mandato original y a pesar de las presiones de Alemania, ayudar con legislación europea a evitar que toda la devaluación interna de los países del sur de Europa vaya vía devaluación salarial (por ejemplo, homogeneizando un SMI europeo alrededor del 50% del sueldo medio de cada región).
Hoy en día ser socialdemócrata tiene elementos muy anti statu quo que o bien el PSE permite que sus socios sureños puedan introducir en sus agendas, o bien el PSE puede decidir que su gran coalición con los populares puede funcionar muy bien para poner sillas hoy, pero mañana en lugar de ser uno de los dos grandes eurogrupos simplemente será uno más, junto a verdes, los Siriza de turno y liberales.
No he entrado ni siquiera a valorar a Jean-Claude Juncker, el candidato a presidir la comisión europea. Solo recordar que ha sido presidente del Eurogrupo entre 2005 y 2013, y tiene su cuota de responsabilidad en lo mal que se ha gestionado la crisis en la zona euro. Premiar y confiar en uno de los artífices de la debacle europea de estos últimos años, al que no se le puede asignar ni una sola decisión acertada durante la crisis, es hacer tragar demasiado a los ciudadanos progresistas del sur de Europa.
Me encantaría que todos los que critican no votar a Juncker me dieran una sola razón del porqué precisamente Juncker debería presidir la Comisión Europea. Razones relacionadas con su programa o con su trayectoria. No razones relacionadas con el reparto del poder y la supuesta estabilidad política europea.
Y es que el centroizquierda del sur de Europa y su proyecto político, la socialdemocracia, lleva ya demasiados tiros en el pié y sacrificios a favor de esa mal llamada estabilidad política.