Hay un mecanismo interior mío muy curioso, supongo que fruto de mis rasgos contrafóbicos, y es que a partir de cierto umbral de dolor psicológico por una situación injusta no lloro, sigo triste, muy triste, dolorido, parezco pasivo externamente dejo de mostrar esas ganas de llorar, pero internamente me mueve la acción.
Esto me puede ocurrir por injusticias vividas a nivel personal o también a nivel político. Llega un momento que hay un punto de ruptura y de no retorno. Y este ha llegado hoy. Hoy ya no tengo ganas de llorar la prisión de Junqueras, Forn, Sànchez o Cuixart. Ni el exilio de Comín, Serret, Puigdemont, Ponsatí, Puig, Gabriel o el ahora nuevo exilio de Marta Rovira. Tampoco tengo ganas de llorar las amenazas de prisión de más de 25 personas por simplemente organizar un referéndum.
He perdido las ganas de llorar por la imposibilidad de conseguir cualquier solución democrática en el estado español, por el acoso a los independentistas, por el “a por ellos”, por los aplausos de los nacionalistas españoles, por la aquiescencia silenciosa de muchos, por los comentarios miserables de revolucionarios de sofá, por la hipocresía de otros tantos. No tengo ganas de llorar por las balas de goma o los palos del 1 de octubre, por las amenazas a ciudadanos de a pie, ni por los abusos de autoridad y de ley, ni por el fraude de ley que realizan los supuestos defensores de la legalidad española. No tengo ganas de llorar por la falta de democracia y la posición represiva del estado español.
Como en los momentos que me he sentido así, nunca hay un plan detrás, no sé cuando las devolveré, cuando equilibraré el karma. Pero mi intención es hacerlo. Y la forma de hacerlo es conseguir que el principal deseo que tienen los que han desarrollado este nivel represivo se incumpla. Hacer que todos los esfuerzos del Tiamat llamado España sean baldíos, estériles. Hacer que la sacrosanta unidad de España ni sea tan sagrada, ni tan inviolable. Que la conjura fascista pague con la derrota final. Si su sueño, la inviolabilidad de la unidad de España, vale aplicarnos cualquier represión que se les pase por la cabeza, el mío es transformar ese sueño en su pesadilla.
Yo no tengo lágrimas porqué las he guardado para que sean ellos las que las derramen. Que lloren cuando a pesar de aplicar acciones dignas de un estado parafascista aún así España se rompe. Que lloren ellos cuando nos vean triunfantes. No voy a gastar energías en lamentarme sino en ganar. Hoy no es día de planes, estrategias y hojas de ruta. Ya llegará el como. Lo que tengo claro es el que.
Porqué la mejor muestra de solidaridad con los represaliados es persistir, persistir, persisitir y terminar ganando.
Gràcies per les teves paraules i la teva implicació.
No es que España se rompa “a pesar de aplicar acciones dignas de un estado parafascista” si no que justamente se romperá por aplicar acciones propias de un estado parafascista.