Estos días se está dando una ofensiva mediática y lobbystica para que el ayuntamiento no traslade el Parc d’Acollida d’Animals de Companyia (PAAC) municipal de la curva de la paella donde se encuentra (en la carretera de la Rabassada) a Can Caralleu, en el distrito de Sarrià-Sant Gervasi y sea trasladada a otra ubicación (hablan de barrios como Vallbona, Trinitat Nova..).

La queja proviene de un centro educativo “L’Aula” que es un centro donde estudia parte de los hijos de la élite socioeconómica de la ciudad. Entre otros el hijo del director de la Vanguardia, entre otros miembros de la élite socioeconómica.

El ayuntamiento propone ubicar el parc d’Acollida de animales cerca de esta escuela en Can Caralleu, como ha ubicado otros equipamientos que a los vecinos no les gustan en otros barrios (por ejemplo la sala de venopunción en el hospital de la Vall d’Hebron, o el centro para personas sin techo en Horta).

Las ciudades tienen equipamientos, que benefician al conjunto de los ciudadanos pero que son poco “amables” para los que viven cerca. Las molestias reales que se producen son mínimas, pero queramos o no, en todos los barrios termina ubicándose un equipamiento de estas características, y tenemos, entre todos, asumir que cerca de nuestra casa estará un colegio para adolescentes descarriados, un centro de reciclaje o un casal de barrio donde harán actividades lúdicas que puedan molestarnos.

Todos hacemos uso y nos beneficiamos de esos equipamientos y es justo que estos no terminen siempre en los mismos barrios y afectando a los ciudadanos de clase trabajadora, sinó que también “Sarrià” y las zonas ricas de la ciudad han de asumir su cuota de equipamientos molestos pero necesarios para todos.

Para La Vanguardia esto no es así, Antich, director del medio ha editorializado hasta aburrir en contra de la ubicación de la perrera. El uso de un mass-media para intereses privados y personales que no tienen que ver con la libertad de información y el legítimo control de la acción política no es algo extraño, en mi anterior artículo ya hablaba del uso de los directores de mass-media para sus intereses privados.

Lo que plantea La Vanguardia, es lo mismo que el colegio “L’Aula”, enviar la perrera al barrio de Vallbona. Como los vecinos de allí son currelillas sin acceso a directores de bancos o periódicos no se quejarán tanto. Obvian que Vallbona ya lleva años aguantando un centro ilegal de recuperación de chatarra que será desmantelado, obvian que los vecinos de Vallbona ya tienen una deixalleria para recicclar la basura que producimos los vecinos. Obvia que los vecinos de Vallbona también tienen derecho a buenos equipamientos, de los que carecen y que dependen totalmente de Ciudad Meridiana, al otro lado de las autopistas de la salida norte de Barcelona para poder acceder a servicios sanitarios, cívicos, sociales, educativos. La alternativa de La Vanguardia es condenar a los ciudadanos de Vallbona al ostracismo social. Otras alternativas de esta élite y de los partidos que las apoyan pasan por ubicar la perrera en Trinitat Nova o en Sant Genís, zonas como Horta-Guinardó que ya carga con su parte de equipamientos algo molestos y también con centros educativos y sanitarios.

Todo, porqué los perros ladran y pueden molestar a las futuras élites en su proceso educativo, independientemente que la perrera estará aislada acústicamente y que la contaminación acústica de los animales es mínima. Los niños de Vallbona ya aguantan las autopistas (que utilizan también las élites culturales y sociales para salir de Barcelona en dirección a la Cerdanya) al lado de sus colegios e institutos (en Ciudad Meridiana) y el ruido de los vehículos y no salen tan mal formados (o tal vez, las élites sí que tienen derecho a tener una formación “sin ruidos” y las clases trabajadoras no). Los niños de Sant Genis ya tienen las molestias de la Ronda, tienen cerca un equipamiento de los molestos (el CASS del Vall d’Hebron). Los niños de la Trinitat Nova tienen cerca la prisión de la Trinitat, los ruidos de la salida norte de la ciudad. Ellos también, igual que los hijos de la élite socioeconómica tienen derecho a una educación de calidad, y a diferencia de los hijos de la élite socioeconómica tienen menos opciones a la hora de escoger un colegio.

El problema radica en que hay una élite socioeconómica que a través de un mass-media, La Vanguardia, viene años intentando condicionar la política de la ciudad. Actúan como lobbye, a través de las páginas sepia, condicionando o intentando condicionar a la oposición y al gobierno municipal bajo la amenaza de una mala publicidad de los partidos de la ciudad.

Ante esto, los ciudadanos nos debemos rebelar. Lo lógico es que Sarrià también cargue con parte de los equipamientos molestos que el resto de distritos también cargan, no relegarlos a uno de los barrios de Nou Barris o de Horta-Guinardó. Lo lógico es que los partidos de gobierno se nieguen a ello, y que partidos que pretendan gobernar la ciudad piensen en la Barcelona para todos y no sólo para los ricos.

Parece ser que los 3 partidos de la oposición o tienen dudas como en el caso de ERC que vaciló, o realmente se alinean con las élites. Xavier Trias, el alcaldable de los NIMBY’s, decide sumarse, como no, a decirles que sí a los de la escuela l’Aula para exigir, como no, que el equipamiento no afecte a los “suyos”. Alberto Fernández Díaz, líder del PP de Barcelona, como no, defiende que en Sarrià no haya ningún equipamiento de este tipo… como siempre el NO por respuesta, poco hay que esperar del PP de Barcelona.

Lo triste de todo ello es el poder de un mass-media y de una élite y la falta de voluntad política y de valor de los dirigentes de CiU y del PP al doblegarse a sus intereses y la poca decisión de ERC para rechazar la propuesta de las élites (lo cuál dice poco de su líder, Portabella) que ha sido criticada incluso en una editorial de El Punt (diario bastante próximo a ERC). Al menos sirve para diferenciar que los partidos de izquierdas (PSC e ICV) y el liderazgo del alcalde Jordi Hereu permite parar a estas élites en lo que resulta un caso flagrante de abuso de poder de la clase económicamente más fuerte.