Algo que muchos sociólogos saben al analizar los datos poblacionales y que es un dato que se suele manejar: que la esperanza de vida en los países occidentales de los cuartiles de mayor nivel de renta es unos cuantos años es mayor (según país y género, pero entre 5 y 15 años) que la de los cuartiles de menor nivel de renta, se puede ver en los índices de morbilidad y mortalidad.
Recientemente la Comunidad de Madrid ha publicado los indicadores de mortalidad, de forma bastante detallada en la cuál incluso se puede ver la variación en la incidencia de diversas patologías mortales según el cuartil económico y el género al que se pertenezca en la Comunidad de Madrid. Puede que los indicadores de Madrid sean más dramáticos que en otros lugares de España debido al desmantelamiento de la sanidad pública madrileña (las diferencias de cuartiles es menor en países como Suecia y mayores en los países anglosajones, precisamente por la preeminencia de la sanidad pública en los primeros), pero que no es un “debe” que sólo está en la Comunidad de Madrid, es algo que ocurre en cualquier país occidental, y en cualquier comunidad autónoma por muy de izquierdas que sean sus gobiernos: con indicadores tal vez no tan desiguales pero sí claramente significativos.
Cuando se plantea la necesidad o no de una sanidad pública decente (tal y como ha ocurrido recientemente en Estados Unidos) el ala “liberal” saca a relucir que el estado es ineficiente, que el sistema sanitario privado potencia la competitividad y la eficiencia del mercado, etc.. Igual que cuando se plantean modelos económicos que transforman el ascensor social en algo irrisorio (en los países occidentales, excepto en las socialdemocracias nórdicas, el factor más importante para predecir el trabajo y los ingresos de una persona está relacionado con los ingresos de sus padres y la educación de estos), ocasional, existente, pero donde la “herencia” tiene un peso esencial, parece que hablemos de disfrute de riqueza y posición en la jerarquía social, y nada más.
Ese nada más no es “sólo eso”, sinó también la esperanza de vida, o el tener más posibilidades de llegar a mayor en buenas condiciones. Los datos de la Comunidad de Madrid, que por cierto, no son especialmente distintos (sólo un poco peor) al de resto de España, lo indican.
En Madrid ser hombre y de la mitad que tiene menos ingresos hace que tengas un 29% más de posibilidades de morirte que si eres de la cuarta parte que más cobra, si eres mujer “sólo” un 7%. Si eres de la cuarta parte más pobre y eres hombre tu posibilidad de morir crece a casi un 50% con respecto a los del cuartil más rico, si eres mujer “sólo” un 14%.
Pero esta posibilidad de morir no se reparte en partes iguales en patologías y accidentes, por ejemplo si eres de la mitad que tiene menos ingresos tienes entre 2,7 y 3,2 veces más probabilidades de morir de SIDA, y si eres de la cuarta parte más pobre se eleva a 5,5 veces para los hombres y el 6,4 veces para las mujeres. En definitiva, el SIDA en Madrid es también una enfermedad que mata a los pobres.
La dieta es un factor clave en la mortalidad, los más pobres tienen un 47% si es hombre y un 40% de si es mujer superior a los más ricos de morir por un cancer de estómago, un 26% para hombres y un 25% para mujeres de morir por un cancer de recto, un 29% para hombres y un 56% para mujeres de morir de diabetes mellitus. Patologías muy relacionadas con la alimentación.
Por otro lado, hay mayores riesgos psicosociales para las personas que tienen menores ingresos económicos que se transforman en mayor mortalidad. Un hombre del cuartil más pobre tiene un 50% más probabilidades de suicidarse que un hombre del cuartil más rico, sólo un 42% si es del segundo cuartil más pobre. Un hombre tiene un 3,45 veces más probabilidades de matarse con un envenenamiento por psicofármacos si es del cuartil más pobre que si lo es del más rico, entre las mujeres “sólo” es 1,59 veces más. Otras enfermedades asociadas en algunos casos a la ingesta de alcohol como la cirrosis matan con una incidencia 3,45 veces superior en hombres del cuartil más pobre sobre el más rico, y 1,59 en el caso de las mujeres. El cáncer de pulmón, asociado al tabaquismo, tiene una incidencia un 60% superior en hombres del cuartil inferior, curiosamente un 25% inferior entre mujeres del cuartil inferior (asociado a que las mujeres de generaciones anteriores de ingresos inferiores no fumaban en cambio sí las de ingresos superiores), y las enfermedades crónicas respiratorias terminan matando con un 79% más posibilidades a un hombre del cuartil inferior que del superior.
Hay actividades profesionales que exponen a más riesgos que otras y esto está asociado, también a los cuartiles económicos. Hemos hablado de enfermedades psicosociales (algunas asociadas a la vida laboral, a las presiones que sufren los trabajadores de sectores como el comercio, dependencia, etc…) y también de enfermedades pulmonares, que también tienen que ver con la actividad profesional (transportistas, trabajadores de la construcción, etc…) y como no, caídas, los hombres del cuartil inferior tienen un 25% de probabilidades mayor de tener una caída mortal accidental que los de los cuartiles superiores, y no es porqué el alpinismo se practique más entre las clases con menor renta. Los accidentes de tráfico también matan más a las personas de cuartiles inferiores, un 49% más a los hombres y un 26% más a las mujeres, relacionado con la actividad profesional y la calidad de los vehículos.
El listado se extiende, las personas con menos ingresos tienen más probabilidad de morir por un infarto, sufrir una enfermedad cerebrovascular, morir de cancer de laringe, etc.. .Sólo los indicadores se mantienen más o menos parecidos en la mortandad del cáncer de colon, de próstata (algo inferior en los cuartiles inferiores, debido a que es una enfermedad que se dá con más edad y ha de llegarse a ella) o en el Alzheimer donde sólo el cuartil más bajo tiene una incidencia del 10% superior al del primer cuartil, manteniéndose más o menos estable en los 3 cuartiles superiores.
En definitiva, hay muchos factores que influyen en que una persona con menor ingresos tenga menor esperanza de vida y tenga una probabilidad mayor (un 25%) de morir que una persona de renta alta. Algunos son muy difíciles de abordar (tienen que ver con estilos de vida y dietas, con los recursos personales, con la relación con los médicos de cabecera, etc..) pero otros están muy relacionados a riesgos psicosociales que se han de tratar (los hombres pobres se suicidan un 50% más que los ricos no porqué sean unos amargados sinó porqué su vida es de media más dura, no hay más alcoholismo porqué haya mayor “vicio” entre las clases de menor renta sinó que están más expuestos a estos riesgos), y otros están relacionados con la capacidad de ganarse la vida de forma menos lesiva (desgasta menos el cuerpo trabajar de directivo que ser una ama de casa 24 horas al día o paleta, o trabajador del comercio sin descansos), y con el acceso a recursos sanitarios (esa odontología que es más importante de lo que parece) o recursos socioeconómicos.
En definitiva, ser pobre no mata pero ayuda, y aunque el dinero no da la felicidad ayuda a tener más salud y una vida más larga. Este es uno de los principales motivos para seguir apostando por un modelo de estado del bienestar que ayude a reducir estas diferencias sociales que llevan incluso hasta el punto de tener vidas más cortas y menos sanas.
Lo siento, pero algunas de las afirmaciones que haces relacionando determinadas enfermedades con el nivel de riqueza de quien las sufre me parecen poco acertadas.
Muchas de las patologías que expones, y relacionas directamente con el tener o no más dinero, en realidad están mucho más relacionadas con los hábitos alimenticios y de salud que con el dinero.
Ejemplo: el envenenamiento con fármacos. Este factor está relacionado con la sacro santa costumbre hispánica de la auto-medicación. La gente tiene la mala costumbre de retomar antiguos medicamentos que en su día le fueron bien para una enfermedad, en cuanto detecta síntomas similares aunque estemos hablando de otra enfermedad distinta. O sin tan siquiera molestarse en mirar los prospectos que acompañan al medicamento y aún menos la fecha de caducidad.
Aquí tiene mucho más peso el valor educativo y el sentido común que el poder adquisitivo.
En realidad, muchos de estos factores están mucho más ligados a factores educativos que al nivel de riqueza personal.
Y lo que no puede hacer el sistema sanitario, sea madrileño o de cualquier otra comunidad autónoma, es re-educar a millones de usuarios que se suelen pasar las recomendaciones de su médico por el forro.
Estamos hartos de escuchar que el tabaco es altamente nocivo y MATA, que el alcohol en exceso es perjudicial y puede provocar una cirrosis… y a la par estamos hartos de ver cómo la gente se pasa las advertencias por el forro y sigue fumando pitillo tras pitillo, y bebiéndose 2l de vino (o más) al cabo del día.
Al final, estas cosas están mucho más relacionadas con el sentido común que con el dinero.
Quizás lo que necesite esta sociedad es que desde pequeños se enseñen hábitos saludables.
Un saludo.
Manuel, que yo sepa la sociología no la he obviado en ningún momento y el párrafo de mis conclusiones explica todas tus objecciones:
“hay muchos factores que influyen en que una persona con menor ingresos tenga menor esperanza de vida y tenga una probabilidad mayor (un 25%) de morir que una persona de renta alta. Algunos son muy difíciles de abordar (tienen que ver con estilos de vida y dietas, con los recursos personales, con la relación con los médicos de cabecera, etc..) pero otros están muy relacionados a riesgos psicosociales que se han de tratar (los hombres pobres se suicidan un 50% más que los ricos no porqué sean unos amargados sinó porqué su vida es de media más dura, no hay más alcoholismo porqué haya mayor “vicio” entre las clases de menor renta sinó que están más expuestos a estos riesgos), y otros están relacionados con la capacidad de ganarse la vida de forma menos lesiva (desgasta menos el cuerpo trabajar de directivo que ser una ama de casa 24 horas al día o paleta, o trabajador del comercio sin descansos), y con el acceso a recursos sanitarios (esa odontología que es más importante de lo que parece) o recursos socioeconómicos.”
Es que ser pobre suele estar asociado a tener también pocos recursos educativos.