Los últimos casos de corrupción han obligado a los partidos a hacer decálogos (o treintálogos) sobre como combatir la corrupción. Muchos se centran en desligar el sector privado del público y en endurecer las penas. Sin negar el efecto que puede tener un endurecimiento de las penas, que es más limitado del que creemos, estas propuestas no tocan el tuétano que facilita la corrupción. Entre estas reformas tan solo creo que las de transparencia son las que afectan a elementos institucionales profundos y están alterando la forma de funcionar de algunas organizaciones, aún así, sin un cambio institucional más profundo, la transparencia simplemente puede ser una acumulación de mentiras en público. Quien falsea sus cuentas ante un juez no tiene problema de hacerlo al público.
Existe una extraña visión judeo-cristiana sobre la corrupción. El mundo es un lugar maravilloso pero existen personas malvadas que se aprovechan de nosotros. Las medidas se centran en las personas y no en las instituciones (limitar las puertas giratorias de la política, sanciones, etc..).
Pero hay 3 pequeñas o no tan pequeñas reformas institucionales rápidas que reducen el nivel de corrupción tolerada de baja intensidad y reducirían los elementos que facilitan la corrupción de más alto nivel.
Un corrupto no nace, en general los políticos como toda persona intenta ser honrada e intenta tener una autoimagen de persona decente. Para ser corrupto hay que poder ser un sociópata o bien, lo más común, poder crear los elementos de disonancia suficiente entre la autoimagen y lo que estamos haciendo. Para ello requiere normalizar ciertas prácitcas. Si en tu entorno robar material de la empresa es lo normal, pues no te sientes del todo culpable, lo interiorizas como que es sueldo diferido y que la empresa lo tolera. En política igual.
Todo comienza cuando tu entorno tiene elementos de redes clientelares y de favores, de clientes y señores que crean esa clientela. De gente a la que has de hacer la pelota para prosperar y gente que teje redes como si fuese una araña. De ciudadanos que saben que hacer la pelota a determinados políticos se transforma en beneficios directos (que pueden ser legítimos) como que te arreglen el banco de delante de tu casa antes que a otros. De redes clientelares alrededor de un político determinado para poder conservar el puesto de trabajo. De redes clientelares alrededor de señores que han tenido un tiempo infinito para tejer una red interna en el partido para que nadie pueda toserle.
Si queremos luchar contra la corrupción, luchemos contra lo que la normaliza, lo que hace una selección de líderes deshonestos. Como dice el personaje ficticio “Geralt de Rivia”, la competencia a dentelladas es buena para los lobos, ya que sobrevive el más fuerte, pero para los humanos no, el que sobrevive es el más hijo de puta. Llevamos muchos años con un entramado institucional político que hace que ser un hijo de puta sea un factor de selección positiva.
Hay políticos a los que admiro, que han recibido más collejas que un empollón en mi colegio pero que siguen creyendo que el problema es de falta de ética. Es igual que pierdan batallas porqué simplemente no es la ética lo que selecciona el que sobrevive en la lucha interna de los partidos, sino tener dientes y pegar mordiscos. Apelan a la ética hasta aburrir. Y ahí están, en rincones, relegados. Puedo esperar una revolución ética en todas las bases de todos los partidos, pero no lo espero.
Prefiero hablar de algunas reformas institucionales que hagan que el factor de selección de líderes no favorezca a los cabrones sin alma y que no normalice la corrupción de baja intensidad y las redes clientelares que son la puerta a la corrupción más escandalosa.
Financiación de los partidos, pública y digna.
Gran parte de la corrupción de baja intensidad se produce en la financiación de los partidos. Y no hablo de los casos de Gúrtel (que para mí no es un caso de corrupción de “baja intensidad”). Gúrtel, o las redes de financiación clientelares de partidos y proveedores de servicios a la administración se sostienen en la normalización social de esta corrupción.
El gran porcentaje de la financiación de un partido político es por vía doble. El cash lo sacan básicamente del porcentaje de dinero que cobran a sus cargos electos y los puestos de libre disposición en el que colocan a gente del partido. Los partidos tienen incentivos perversos en este aspecto: por un lado crear muchos puestos de libre disposición (más gente a colocar y más pasta para sobrevivir el partido), la libre disposición de estos puestos empoderan a quien quiere crear un entramado clientelar (yo te pongo en este puesto si luego tú me apoyas internamente). Es decir ya estamos creando esa corrupción de baja intensidad en la que cargos públicos que deberían ser seleccionados para beneficio colectivo, o por su habilidad para hacer un mejor partido político, lo que se seleccionan es para empoderar y fortalecer una red clientelar y un determinado político.
El segundo elemento con el que se financian es externalizando nóminas. Si necesito liberar a un determinado político o contratar un técnico determinado como no tengo pasta en el partido pero tengo un gran margen para colocar peña en la administración como cargo de libre disposición, pues lo coloco. Así tenemos unos cuantos personajes, y no pocos, que en un mundo normal deberían estar a nómina del propio partido, con sus derechos laborales normalizados y su salario normalizado cobrando (en general bastante más) a cuenta del erario público (por tanto no ahorramos nada no financiando bien a los partidos) pero en lugar de tener una relación laboral normal, tenemos a alguien que se va a la calle sin indemnización, ni ningún derecho cuando al líder de turno le venga en gana. Eso refuerza las redes clientelares y los técnicos de partido que no se atreven a llevar la contraria, ni tan siquiera a nivel técnico, a sus propios jefes. Por no contar que la selección de trabajadores de un partido no se hace por sus habilidades sino por su connivencia con el poder de turno.
Una reforma institucional es una financiación de los partidos digna, no ahorramos nada no haciéndolo y nos ganamos un montón de problemas, un debate sobre los sueldos de los políticos razonables (Gúrtel nace del absurdo de que un Presidente del Gobierno cobre menos que un registrador de la propiedad) y menor margen para crear cargos de libre disposición y falsos interinos en la administración pública. Podemos asumir que el problema es de ética y esperar que vengan políticos honestos, o diseñar sistemas que limitan la arbitrariedad de los deshonestos.
Limitación de mandatos
A veces se utiliza la limitación de mandatos como una varita mágica que hace que aparezcan unicornios. La limitación de mandatos de por sí no es buena o mala. En Dinamarcar seguramente no tenga efecto, mientras en un sistema electoral anglosajón donde el candidato tiene que hacer acountability directamente a sus electores tampoco sea esencial. El problema es que el sistema español es tremendamente favorable al búnker interno. La red clientelar durante años termina reforzando a las mismas personas y se organiza con fuerza alrededor de las mismas personas.
Los partidos menos disfuncionales en este aspecto (aunque sí en otros), son los que terminan dinamitando sus dirigentes cada pocos años (como ERC). No podemos esperar que el sistema de partidos tenga la capacidad casi demente de reciclaje que tienen los de ERC, tampoco es del todo bueno. La tónica general es el apalancamiento, y el apalancamiento viene reforzado por la red clientelar. Para apalancarte estableces una red clientelar, y la misma red clientelar le interesa que te apalanques. La competencia interna es de risa y tenemos pequeños reinos de Taifas donde el que denuncia la corrupción es expulsado y se favorece a la espiral de silencio.
Sí, la limitación de mandatos no es mágica, y genera otros problemas, pero tal y como está la política española obligar a reciclar dirigentes cada dos o tres mandatos no estaría de más. Al menos se lo ponemos más difícil a las redes clientelares y los que quieren ser clientes se vuelvan locos para saber a quien han de hacer la pelota para prosperar cada cierto tiempo siempre es bueno.
Resolver los sistemas de financiación disfuncionales de administraciones autonómicas
La financiación autonómica española es totalmente disfuncional. No sólo por lo que decimos los catalanes sobre el sobredéficit fiscal que sufrimos, que también, sino porqué ayuda a establecer redes clientelares.
Aunque hay algunos elementos objetivos (población, dispersión, etc..) el margen de arbitrariedad para distribuir la financiación autonómica que tiene el gobierno central es muy grande. No hay manera de explicar la sobrefinanciación, más allá de cualquier criterio de solidaridad razonable, que reciben ciertas regiones y la infrafinanciación que reciben otras. Que alguien explique el porqué los valencianos, que de media son un poco más pobres que la media española se ven aún más perjudicados después de transferencias.
Este sistema de financiación potencia los conseguidores y responder a las redes clientelares intrapartido. Casos como los de Pujol que se ha mostrado como el gran “conseguidor” de los catalanes es un caso paradigmático. En lugar de luchar por una financiación digna siempre ha estado intentando arrancar lonchas de chorizo de la financiación autonómica. Así, aparecer como un tipo que consigue cosas ante los catalanes, a la vez que así tejía su red clientelar autonómica, que nada tiene que envidiar a la del PSOE de Andalucía o la del PP en Valencia. La financiación autonómica no solo genera ese incentivo de “conseguidor” que potencia los pater familia que traen dinero de Madrid, sino que además desliga el gasto público de la carga fiscal. Las autonomías tienen incentivos para meterse a gastar a todo trapo y pedirle al gobierno central, el que marca la mayor parte de presión fiscal, la pasta. Además, es absurdo quejarse que Mas o Susana Díaz quiten o pongan determinado impuesto si la mayor carga fiscal no se ve beneficiada por los que la sufren. Al final, lo que importa, más que tu exigua capacidad recaudatoria es lo que el gobierno decida que te toca. El resto es chocolate del loro.
Nos encontramos con paradojas, un dumping fiscal que hace alguna CCAA pagado precisamente por las comunidades que sufren esa competencia desleal. Luego salen esos consejeros de economía alegrándose de que las empresas van a su territorio. ¿Y cómo afecta todo esto a la corrupción?
Una red clientelar es más difícil de sostener cuando eres el que ha de dar la cara ante el electorado de la presión fiscal que haces para mantener a tus clientes. Si Susana Díaz tuviera que dar la cara ante sus electores por subir los impuestos para financiar de forma vergonzosa a media izquierda política y social en Andalucía, no lo haría, si Pujol tuviera que subir los impuestos para que las empresas proveedoras de servicios puedan pagar la mordida que les pedían en tiempos pasados, no lo tendría tan fácil. Los votantes tendrían más fácil detectar corruptos porqué a medio plazo se puede ver que recaudan más pero no realizan los servicios públicos que han prometido.
La desligación entre fiscalidad y gasto público de algunas administraciones lo que hace es facilitar la red clientelar. No soy responsable de recaudar lo que gasto y no tengo que dar la cara por una posible mayor presión fiscal, lo tengo más fácil para generar redes clientelares. Simplemente el coste electoral no lo pago yo.
¿Y porqué no se hacen estas reformas?
Es sencillo. El statuquo se beneficia de estas redes clientelares. Aunque nos hicieran ahora mismos secretarios generales de los principales partidos de España tendríamos que lidiar contra toda la estructura intermedia y con toneladas de cargos que se benefician de esta red clientelar y no sobreviviríamos ni 3 meses en la dirección del partido si pretendemos impulsar esa medida. Veríamos como hay medios de comunicación, que también participan de estas redes clientelares que nos pondrían a parir, compañeros de nuestro mismo partido que nos saldrían a degollar políticamente y veríamos como el marco de la agenda política lo vamos perdiendo poco a poco. Seguid un poco la historia política reciente y mirad el camino de algunos políticos en el momento que se les ocurrió alertar de estas redes clientelares y donde han terminado.
También no nos engañemos. Los ciudadanos no castigamos especialmente a los corruptos. Muchos grupos de interés y ciudadanos privados se ven beneficiados por la red clientelar y mueven toda su capacidad de liderazgo para promover el voto a los que las crean. Por no hablar que los ciudadanos no queremos oír hablar de pagar bien a los partidos políticos y a los políticos. Preferimos tener partidos aparentemente low cost y que hagan sus trapicheos sin que nos demos cuentas. Somos unos hipócritas, criticamos la corrupción pero nos negamos a querer financiar la política para reducirla.
No se si la presión social y la situación de ruptura entre ciudadanos e instituciones es suficiente incentivo para meter mano a estas reformas institucionales. Pero no creo, ya vemos las reacciones de los partidos, las de los medios y la de los ciudadanos. Por eso creo cada vez más que hace falta una ruptura democrática, y el motor en España no lo veo (y su alternativa, Podemos, me suena a motor trucado).
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