Ayer los independentistas volvimos a equivocarnos. En lugar de conseguir que los titulares de este domingo fueran que en Barcelona manifestación de extrema derecha, esperpentica y en que fracasó en convocatoria nos encontramos con titulares sobre la violencia de los independentistas. Todo y que los hechos violentos fueron de muy baja intensidad (arrojar pintura en polvo a los Mossos e intentar atravesar un cordón policial por las buenas) o bien fueron hechos con falsa bandera (cuesta no creer que por el comportamiento de algunos de los “agresores” no pudiésemos pensar que algunos hechos violentos no fuesen realizado por infiltrados), les regalamos un titular innecesario y gratuito a nuestros rivales.
No voy a hacer demasiada leña de los hechos de ayer, ya que son un síntoma y no la causa de la descomposición a la que nos acercamos el movimiento independentista. De hecho, ya he sido bastante crítico con los eventos de ayer en redes sociales para insistir en esta línea. Quiero ir a las causas subyacentes. El movimiento independentista lleva casi un año en estado de parálisis, sin afrontar los errores y aciertos del 1 de octubre, sin pararse colectivamente a hacer un análisis, y sin que los arquitectos de la estrategia del 1 de octubre hayan dado la cara del porqué esta fracasó en su objectivo final. Ahora desgranaré algunos elementos de lo que nos está pasando y el problema al que nos dirigimos.
El discurso de la épica simbólica sin hechos que la sustenten, que se sigue estirando especialmente desde Waterloo pero también desde parte de los grupos parlamentarios que dan apoyo al Govern, se está agotando. “La Crida” está pinchando en su capacidad de ser el aglutinador de unas energías políticas y se reduce a una nueva refundación de convergencia, por mucho que lo hayan decorado con caras aparentemente apartidistas. El discurso de la ruptura democrática a corto plazo, en el que sí hay hechos detrás, tampoco tiene tanto apoyo. Sea por el motivo que sea, no estamos en un escenario como el del 3 de octubre, y ya entonces no teníamos la capacidad de imponer nuestra fuerza democrática.
La agenda de hacer crecer la base y mejorar la posición internacional, y dejar los intentos de ruptura democrática a un momento donde tengamos fuerzas reales que puedan conseguir el éxito se ha asumido por el “main stream” independentista. Pero solo la reconoce ERC, el resto, la inmensa mayoría la da por buena, pero lo hace enmascarándola de un discurso edulcorado, épico y combativo que cada vez liga menos con los hechos. Tampoco se termina de decir que la vía de hacer crecer la base independentista, a la vez que se sigue trabajando la vía internacional, es agónicamente lenta. Los escenarios con los que podríamos estar trabajando es a 10 o 15 años, y seguramente el estado no se estará quieto. Además como bien dicen los de la “vía combativa” si no mantenemos la llama con escenarios de confrontación política ese crecimiento se puede estancar o podemos perder base por desafección.
Siendo relativamente mala la foto de la situación estratégica, la foto de lo que hemos hecho hasta ahora desde el 1 de octubre es totalmente catastrófica.
No hemos dado explicaciones políticas serias del porqué fracasó la vía del 1 de octubre. Pusimos las expectativas muy altas, cuando el escenario que había detrás era forzar una negociación. Era posible que la reacción represiva del estado (y no hablo tanto las cargas del 1 de octubre sino las actuaciones parajudiciales previas y posteriores al 1 de octubre) alcanzara ciertos niveles, pero no era necesariamente lo más probables. Pero aún así, después del noqueo emocional del encarcelamiento de nuestros presos políticos y el exilio de parte de los líderes del independentismo, hemos tenido tiempo de sobra para que los arquitectos de la estrategia del 1 de octubre puedan pactar un relato común y dar explicaciones. Tan solo tenemos retazos, y tan solo Marta Rovira se ha atrevido a dar explicaciones que fueran un poco más allá de estos retazos. Algunos de estos retazos son interesados y realizados por personas poco autoconscientes de su propio papel, es bastante complicado que una antigua miembro del Govern diga que este iba de farol sin asumir en ese instante algo de autocrítica. La democracia es también dar cuenta de las decisiones y dar explicaciones. También asumir las responsabilidades. Cierto es que quienes están en prisión lo tienen más difícil y ya asumen esas responsabilidades en su piel. Pero aún así como mínimo un relato común y autocrítico por parte de todo el Govern legítim, hubiera sido deseable.
Seguimos de forma esperpenticamente ridícula con el discurso del independentismo mágico. Esa épica ausente de hechos que la sustenten. Que haya elementos del gobierno actual y anterior y de los grupos parlamentarios independentistas que aún tiren de esa épica vacía desacreditan todo intento de relato político que haya detrás. Es evidente que este no es un gobierno que va a conseguir la ruptura democrática a corto plazo y que si por alguna vía apuesta es la de ampliar la base y mejorar la posición política a nivel internacional. Que aún no tiene un escenario de ruptura que ofrecer. Insistir en un discurso épico mágico mientras los hechos dicen lo contrario es la mejor forma de crear desafección política entre los independentistas.
Los que estamos por la vía de ampliar la base y mejorar la correlación de fuerzas interna e internacional todo y que es la única vía que parece que se esté impulsando de alguna manera, no somos claros al describir que de no hacer nada más, esta vía es realmente lenta. Desde las fuerzas que sustentan el Govern actual se dan mensajes contradictorios, pedimos que tengamos las fuerzas de una movilización, pero a la vez no preparamos ni los instrumentos, ni emocionalmente a las bases sociales del independentismo para un escenario de largo plazo. Todo porqué nadie seguramente quiere cargar sobre sus espaldas los costes políticos de ser muy claro en estos términos. Tampoco se responde a la crítica que se hace de que no sabemos como ampliar esa base independentista, todo y tener algo más que alguna idea, ya que significaría ser claro respecto a escenarios temporales.
Por otro lado me parece alarmante el uso interesado del discurso antipartidos. Cierto es que hay el fundamento de que tanto el Govern anterior no ha dado explicaciones del fracaso de su hoja de ruta a la independencia como el problema de algunos elementos de la mayoría política independentista actual que insisten en dar un discurso que diametralmente luego sus actos refutan. Pero detrás de esta crítica legítima se esconden una serie de personajes que impulsan el discurso antipartidos para impulsar su propia agenda. Algunos prometen que pueden superar la parálisis de los partidos, cuando no es cierto, no existe ningún atajo hacia la independencia, y menos aún si se cree que desde los municipios se va a conseguir lo que no se consigue desde la Generalitat. Otros mueven sus agendas particulares, para hacer más partidismo que nadie bajo la bandera del antipartidismo. Su objetivo claro en el fondo es sustituir las élites de un determinado partido para erigirse ellos. Por otro lado, parte de este discurso antipartidos es aprovechado por alguna de las fuerzas independentistas para reforzar su enésima refundación.
Hay también algo que es tanto un síntoma como una causa de lo mal que estamos actuando los independentistas. Por la ausencia de liderazgos, escenarios, por la caída de los relatos posteriores al 1 de octubre, a río revuelto todo es ganancia para los buenos pescadores. Hay quien está colando su agenda política bajo mano. El intento de ruptura ayer del cordón policial tiene tanta responsabilidad la actual élite política independentista por no saber ofrecer escenarios de futuro que generen ilusión como quien instrumentalizó la concentración para profundizar el divorcio de unas bases independentistas con los partidos del gobierno y a la vez criminalizar a los Mossos.
La ausencia de liderazgos, la incapacidad de dar la cara con un relato común sobre el fracaso del 1 de octubre, el agotamiento de los discursos mágicos, el abandono de poder generar escenarios de ilusión y que aglutinen tienen como efecto la descomposición del movimiento independentista. Sin un liderazgo ético y social por parte de las entidades como la ANC, habrá quien decida como Arrán aprovechar para llevar su agenda de lucha antisistema a la calle. Sin una capacidad de crear escenarios que aunque sean a medio plazo generen ilusión, facilita el populismo de los que intentan vender un discurso épico vacío de hechos que lo sustenten. Ante la falta de explicaciones y asunción de responsabilidades claras creamos el espacio para la demagogia antipartidos.
Entre el desastre hemos desarrollado algunas habilidades, la capacidad de las personas de autoorganizarse es siempre buena, la capacidad de improvisar acciones en ausencia de liderazgos es también positiva. Que al menos la estrategia de hacer crecer la base y de mejorar la posición internacional no se haya parado, indica que en algún momento conseguiremos la República. Pero las guerras políticas no se ganan solo con una buena doctrina de lucha que hace que los activistas no necesiten órdenes directas para improvisar acciones y con una logística que haga crecer esa base de independentista. Los riesgos de descomposición existen, y el divorcio entre independentistas se está ahondando. La ausencia de escenarios de futuro impiden crear una ilusión, rompen la unidad de objetivos compartidos y la solidaridad interna y el no dar cuentas o insistir con relatos mágicos crea el campo para los demagogos.
No me siento ajeno a estas críticas que hago, también asumo mi parte de culpa y se me puede echar en cara que sea bastante pesimista, pero tal vez sea el momento de trabajar mejor. Si no lo hacemos, estaremos dilapidando el crédito político, social y ético del movimiento independentista y terminaremos descompuestos y sin República.